Reino Unido abandonará la Unión Europea el próximo 31 de octubre y la caída de la libra hace temblar el Brexit duro de Johnson

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«Sin dudas, quejas ni peros» Reino Unido abandonará la Unión Europea el próximo 31 de octubre. Esa fue la primera y más importante promesa del primer ministro británico, Boris Johnson, nada más tomar el cargo y parece dispuesto a llevarla a cabo, con todas las consecuencias. Bruselas se prepara para soportar el golpe económico que podría suponer un Brexit sin acuerdo, y Londres aguanta el pulso a pesar de que la libra se desploma a mínimos de 2017.

Está por ver si las «dudas, quejas y peros» apareceran si la libra, que tradicionalmente ha comprado al cambio más de una unidad de cualquier otra moneda del mundo, continúa su devaluación más allá de los 1,09 euros de su cambio actual. Cuanto más repite Johnson que Reino Unido saldrá de la UE en octubre con o sin acuerdo, más se resiente la economía británica. El pasado jueves, el Banco de Inglaterra -que mantuvo los tipos al 0,75%- puso el dedo en la herida y advirtió de una posible recesión si el Gobierno sigue adelante con su plan de una salida abrupta.

Un Brexit sin acuerdo desaceleraría el crecimiento económico de Gran Bretaña, aumentaría la inflación y probablemente arrastraría aún más a la libra frente al dólar, apuntaba el análisis del banco central. Esta semana la divisa se hundió ya hasta mínimos de 2017. Con o sin acuerdo, las consecuencias del Brexit para la economía serán importantes. Y las relaciones entre Londres y Bruselas están en un punto muerto.

EL IMPACTO ECONÓMICO DEL BREXIT

Según un estudio del Parlamento Europeo que recoge los análisis del Tesoro Británico o la OCDE sobre las consecuencias de la salida de Reino Unido de la UE para la economía, el impacto en el PIB europeo oscilaría entre el 0.11% si se mantiene una relación estrecha tras el Brexit, y el 0.52% en el peor de los casos, un no acuerdo.

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Las zonas más expuestas a un Brexit duro, además evidentemente de Irlanda, serían Francia, Bélgica o Países Bajos, no solo por su frontera marítima sino porque son en gran medida los puertos de entrada y salida a Europa de los productos británicos.

La exposición de España varía según el sector y aunque es notable, en principio es similar al de la media de los países de la Unión. Según un análisis del Banco de España, el país sufriría una pérdida del PIB del 0,02% en el mejor de los casos y un 0,82% en el peor.

Las exportaciones españolas de bienes y de servicios dirigidas a la economía británica suponen el 3,3% del PIB,mientras que las importaciones suponen el 1,9%. Es en el sector del turismo -el 20% de turistas extranjeros en España son británicos- donde la exposición de España al Brexit, particularmente sin acuerdo, es mayor. En lo referente a activos financieros, la exposición de España respecto al Reino Unido alcanza un 3% del PIB.

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Pero el porcentaje de pérdida de riqueza es mucho mayor en el Reino Unido que en Europa. «La presión está en el lado de Reino Unido,» insiste Johan Bjerkem, analista en European Policy Center. . Según estima el propio Gobierno británico, Reino Unido acumularía una pérdida del 4,9% del PIB en caso de un acuerdo comercial con la UE, y hasta un 7,6% en un escenario de Brexit sin acuerdo.

Está claro que una salida abrupta tendrá consecuencias a ambos lados del canal pero también que la UE «no se verá tan afectada como Reino Unido ni de lejos,» apunta Johan Bjerkem.

NEGOCIAR EN MEDIO DEL CAOS

Hace un año, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se reunión con el estadounidense, Donald Trump, para tratar de calmar los ánimos tras imponer EEUU aranceles a las importaciones europeas de acero y aluminio por considerarlas una amenaza a la seguridad nacional. Con el mismo argumento, Trump apuntaba a los coches europeos.

La visita de Juncker no sirvió para resolver la disputa pero sí para calmar los ánimos y abrir la puerta a un acuerdo comercial sobre bienes industriales y colaboración en materia de regulación. Un año después, las negociaciones están estancadas y la sombra de los aranceles vuelve a sobrevolar.

En este contexto, la perspectiva de un Brexit sin acuerdo, supone otra amenaza importante a la economía europea, que se resiente ya de por sí por las tensiones en el comercio mundial. Londres y Bruselas tendrían que sentarse a negociar la nueva relación entre ambas partes en un ambiente enrarecido y de tensión.

La UE advierte si no hay acuerdo, el primer paso antes de negociar es que los británicos salden las cuentas pendientes -la famosa factura del Brexit-, buscar una solución a la frontera con Irlanda y asegurar la protección de los derechos de los europeos en territorio británico. Es decir, pasa por las mismas fricciones que están dificultando el acuerdo en este momento.Al frente de la UE estará además Sabine Weyand, la que fuera mano derecha del jefe negociador del Brexit, Michel Barnier.

NEGOCIACIÓN COMERCIAL

Las negociaciones comerciales duran años, incluso décadas. Hasta con los socios comerciales con los que la UE tiene más en común, como Canadá, el acuerdo de libre comercio entre ambas partes tardó casi siete años en cerrarse y estuvo a punto de irse al garete en el proceso de ratificación.

Y Bruselas no se fía. Incluso en el caso de un Brexit con acuerdo, una de las razones por las que Reino Unido quiere abandonar la UE es para retomar el control sobre su capacidad. Una rebaja de los estándares dificultaría la negociación.

Daniel Gros, director de CEPS (Center for European Policy Studies) defiende sin embargo que un Brexit sin acuerdo podría acelerar la negociación sobre la relación futura. El impacto económico incrementaría la presión sobre el Gobierno británico para aliviar las consecuencias de una salida abrupta.

«En ese caso, no se trataría de un acuerdo a medida sino más bien algo cercano a una transición,» explica Gros que entiende que eventualmente ambas partes tendrían que volver a sentarse para profundizar las cuestiones pendientes. Gros descarta, eso sí, que la coincidencia de una potencial crisis comercial con EEUU y el Brexit pueda suponer un problema para la Unión.

«La UE puede negociar un acuerdo con Reino Unido y al mismo tiempo, intentar lidiar con Trump, China y cualquier otra cosa. Eso no es un problema,» apunta el economista que defiende la robusta política comercial de los 27. «Esto es mucho más relevante para Reino Unido, que tendrá que negociar también con otras partes y tiene una administración mucho más pequeña para hacerlo,» advierte.

En los últimos meses, la UE ha cerrado acuerdos con Vietnam y el Mercosur -tras veinte años de negociación- e iniciado el diálogo con Australia o Nueva Zelanda. Sin embargo, las negociaciones con Estados Unidos siguen estancadas. La partida de Reino Unido podría ser un factor relevante en el futuro.

«Reino Unido era una voz importante en EEUU,» admite Johan Bjerkem, analista en el European Policy Center. De alguna manera, con la salida de los británicos, la UE pierde algo de peso en las negociaciones comerciales. Sin embargo, el Mercado Único sigue siendo mucho más apetecible que el territorio británico.

«Si hay un área en la que la UE ha tenido éxito últimamente, es en negociar acuerdos de libre comercio,» apunta el analista. «Creo que la UE no pondrán a otros países al final de la cola cuando negocien y no necesariamente dará prioridad al Reino Unido, el Reino Unido estará entre todos esos países,» sugiere Bjerkem.

BRUSELAS Y LONDRES REINICIAN CONTACTOS

Esta semana, David Frost, el asesor para Europa de Boris Johnson y su nuevo ‘sherpa’-en sustitución del respetado Olly Robbins- ha hecho su primera aparición en Bruselas.

Frost se reunió durante apenas cuarenta y cinco minutos, según fuentes británicas, con Clara Martínez, jefa de gabinete del Juncker el miércoles; y mantuvo breves encuentros con la secretaria general interina de la Comisión, Ilze Juhansone, y Stephanie Riso, miembro de la ‘task force’ que ha llevado la negociación del Brexit de la mano de Barnier el jueves.

Las reuniones, que la propia Comisión ha definido como «introductorias», han servido para poco más que establecer un primer contacto y poner unas cartas en la mesa que son de sobra conocidas. Reino Unido quiere que Bruselas se deshaga del famoso backstop, el mecanismo de seguridad para la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte, antes de volver a sentarse a la mesa de negociaciones. Bruselas se niega a tocar el acuerdo de salida pero está dispuesta a avanzar en la declaración política que establece las bases para la relación futura. En lo único en lo que parecen estar de acuerdo es en su desacuerdo.

Johnson y Juncker -que intercambiaron teléfonos tras su primera conversación- se verán las caras al final del verano en Biarritz, donde se celebra la cumbre del G7. También estarán el presidente francés Emmanuel Macron y la canciller alemana Angela Merkel. Nadie descarta, y todo el mundo presupone, que en los márgenes habrá que buscar una salida a este impasse, antes de que sea demasiado tarde.

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