El problema de Sofía Suescun y Kiko Jiménez es; «cuando tu realidad es la tele y vives en una ficción».

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Cuando estuve en la tele, como colaborador del debate de Gran Hermanoaprendí muchas cosas y conocí a mucha gente. La mayoría de esas cosas fueron útiles (mucho sobre cómo se hace y funciona la tele) y mucha de esa gente todo un descubrimiento (personas a las que merece la pena conocer).

Pero también hay una cara B, que para los jóvenes que no conocieron los vinilos, es donde se ponían las canciones de relleno.

La fama tiene muchas ventajas, y también muchos inconvenientes. A las ventajas, es demasiado fácil acostumbrarse, eso lo vi en mis quince minutos de fama.

Ya sabéis que Sofía Suescun, que a veces actúa como si ganar dos realitiesfuera como para mirar por encima del hombro a cualquiera que tenga un premio Nobel, y su novio Kiko Jiménez tuvieron un altercado con la policía tras el cual el zagal acabó detenido.

La cosa es que Sofía Suescun ha contado que trataron de pararles en un control policial, cosa que no les entraba en la cabeza que pudiera pasar porque estaban “acreditados para pasar al parking y hay un agente de la Policía que no nos deja pasar de ninguna manera. Nosotros llevábamos mucha prisa y le enseñamos el teléfono y no nos hace ni caso”.

A partir de ahí, si Kiko y ella se pusieron chulos o no, no entraré, porque no estaba allí para verlo, por más que algunos testigos y el atestado policial digan que sí.

Pero ésta es una cosa que vi de mi etapa en la tele: a algunos jóvenes que trabajan en la tele se les va la pinza. En la tele se gana mucho dinero, te traen y llevan en coche de producción (alta gama, chófer para ti solo, de puerta a puerta…), siempre vas maquillado y peinado a la perfección, vas a cualquier sitio y te llevan a la zona VIP o al reservado, no esperas colas, te invitan a las cosas…

Y cuando eres un profesional y te has currado tu carrera y has trabajado en otras cosas entiendes que eso es cosa de la tele. Inciso: al principio, cuando vi a gente como Luján Argüelles o Toñi Moreno de colaboradoras en el Debate de Supervivientes dije “¿pero qué leches hacen ahí?”. A los pocos minutos pensé: “OJALÁ ANTES”, al ver que por fin había gente que sabía hablar y argumentar con peso y no con berridos.

Retomando: cuando entras en la tele recién cumplidos los 18 es fácil pensar que la vida es así. Y que un policía es como el portero de una discoteca, al que le enseñas que estás en la lista y te deja pasar.

Y piensas que por salir en la tele eres más que cualquier ciudadano y te deben pleitesía, obediencia y servicio cualquiera que se te ponga por delante. Y que si te paran y no te tratan como a la reina de Saba, es porque les caes mal de la tele.

“Podemos caer bien o mal por trabajar en televisión, pero no pueden hacer eso“, decía Suescun contando el caso en la tele. Claro. Todo lo que pasa tiene que ver con la tele, porque… no hay vida fuera de la tele. Su vida, hablo en general, es la tele y el cartón piedra irreal que la rodea, donde todo el mundo te da la razón.

“El [el policía] sabía de la fuerza mediática que yo podía tener al denunciarlo“, se quejaba Sofía. Otra vez, claro. Porque tener cientos de miles de seguidores en redes sociales te hace poderoso. O eso piensan algunos de estos jóvenes, que creen poder doblegar la ley con un directo en Instagram.

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