Pataleta de Pablo Iglesias. La filtración desde Ferraz que aceleró la consulta a las bases de Podemos

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vamos hacia adelante o vamos hacia adelante». Pablo Iglesias, al igual que Hernán Cortés en la conquista de México, ha decidido quemar los barcos para evitar que sus huestes tengan la tentación de amedrentarse y dejar a Pedro Sánchez el camino despejado hacia la investidura sin antes pagar el peaje de un gobierno de coalición. Y el jefe morado, tan peleón como maximalista, es un convencido de que las únicas batallas que se pierden son las que no se dan.

«Pablo lleva colgado un cinturón de explosivos y está decidido a accionarlo». Así pintan el cuadro actual sus detractores dentro de las filas de Unidas Podemos. Al calor de los nones en las urnas y de los sucesivos conflictos internos, con el culmen de la incoherencia de la compra del chalet de Galapagar, ha ido incubándose una corriente cada vez más crítica con su secretario general. Desde luego. Pero éste ha evidenciado su arrojo para amurallarse siempre en la casilla de salida. Cada vez se ha visto apretado ha solicitado el «comodín» de las bases para saltar los retos importantes que le acechaban. Ahora tiene entre ceja y ceja formar parte, de manera proporcional a sus escaños, de una coalición con el PSOE. Dicho en una palabra: un «bigobierno».

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Así las cosas, Pablo Iglesias piensa defender su posición, esperando ver «madurar» a Pedro Sánchez. Tan es así, que algún mandatario de Podemos garantizaba la pasada semana que el líder socialista acabaría echándose en los brazos de su líder. Agarrarse a una consulta para que los inscritos morados decidan el sentido del voto de sus diputados en la investidura le sirve para blindarse con el respaldo de los más incondicionales. De quienes nunca le fallan. Ya hizo lo mismo cuando peor tuvo su futuro político, tras conocerse por la prensa que había decidido comprarse un carísimo casoplón en la sierra de Madrid para vivir con su pareja, la portavoz del grupo de diputados Irene Montero. Poco le ha importado que la votación de los suyos esta vez, que se alargará hasta el próximo jueves, tapone en la práctica la investidura este mes. Además, en un clima enrarecido, el referéndum corta de raíz cualquier margen de negociación.

Por si había dudas, Pablo Iglesias ha hecho sus cálculos en paralelo a los contactos con Pedro Sánchez, que andan colapsados hasta el punto de que hoy el propio Sánchez ha acusado a Podemos de romper las negociaciones unilateralmente en una entrevista en la Cadena Ser, y decidió jugar su as interno justo en el momento en que percibió que se abría una brecha en el rival.

► Sánchez da por rotas las negociaciones “unilateralmente” por Podemos

Probablemente los socialistas erraron al lanzar, casi a modo de globo sonda, la ocurrencia de incorporar al Consejo de Ministros a perfiles técnicos de Unidas Podemos. La filtración además provocó un monumental enfado en la cúpula del pretendido «socio preferente»,pues la única explicación lógica a sus ojos fue que Pedro Sánchez deseaba dejar constancia de que él había hecho todo lo posible para pactar. Aunque, desde Ferraz, se señalase que era «otro movimiento estratégico» de su secretario general para reforzar su discurso.

El rechazo de los morados fue tan categórico como inmediato, lo que forzó a La Moncloa a recular. A las importantes dificultades ya existentes para un acuerdo, se ha ido sumando la desconfianza cada día mayor entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. El líder de Podemos pelea por no caer en la trampa socialista para atraparlo con un acuerdo programático de legislatura, dejando en el tintero la composición del Gobierno. «De haber cedido a ese plan de trabajo», advierte un asesor podemita, «con medidas ya negociadas, ¿cómo hubiera podido Pablo poner tierra de por medio?».

La intención de Pedro Sánchez de llamarle de nuevo, anunciada a su paso por Los Desayunos de TVE en lugar de hacerlo sin darle mayor publicidad, fue la gota que colmó la paciencia de Pablo Iglesias. Llovía sobre mojado. Días antes, desde el cuartel general socialista, se había propagado con insistencia que lo único que importaba a Pablo Iglesias en sus conversaciones con el presidente en funciones era ser nombrado vicepresidente. De ahí que el líder de Podemos, sintiéndose traicionado, decidiese «romper la baraja», acelerar los tiempos, y llamar a sus huestes a respaldarlo en su posición de exigir un pacto integral.

En definitiva, aunque vuelva a haber intentos de acercamiento (a la postre, no puede dejar de haberlos), las dos últimas semanas lo que han producido ha sido un importante empeoramiento de las relaciones entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Lo que sirve para empujar un poco más a una segunda vuelta de la investidura en septiembre. «Hay vida más allá de julio», insisten en Podemos, por más que el campo esté hoy más embarrado que ayer. Al menos así lo entienden los fieles a Pablo Iglesias, que confían en que, tras un primer fracaso, el secretario general socialista reactive las negociaciones de una coalición que insufle oxígeno a las siglas moradas.

Por su parte, Pablo Iglesias ha concluido que, con 42 diputados, tiene que tocar poder. Ser ministro con rango. No le vale otra cosa. Es la única fórmula para trasladar cierta sensación de triunfo a sus militantes. «Tras el verano empeorarán las bazas de Sánchez» o «Es quien más tiene que perder», repite la guardia de corps de Pablo Iglesias. En Podemos cuentan con que el desgaste que lleva implícito el bloqueo institucional juegue a su favor y obligue al PSOE a una negociación a contrarreloj. Tic-tac, tic-tac. Y en esas andan. En un callejón sin salida.

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