La forma más directa y lógica de escalar el Nanga Parbat desde su vertiente Diamir pasa por una ruta que tiene nombre, el espolón Mummery, pero ninguna ascensión. Tampoco lo lograron Tom Ballard y Daniele Nardi, cuyos cuerpos sin vida fueron avistados este sábado a una altura de unos 5.900 metros, en dicho espolón. Si nadie ha podido escalar dicha ruta, lo cierto es que dos personas la recorrieron en 1970… pero solo como una forma desesperada de descenso: Reinhold Messner y su hermano Gunther habían alcanzado la cima desde la vertiente Rupal, pero incapaces de descender por donde habían subido, decidieron lanzarse a la desesperada por la vertiente opuesta.View image on Twitter
Simone Moro, el alpinista que atesora cuatro primeras invernales en ochomiles —Shisha Pangma (2005), Makalu (2009 y 2011) y Nanga Parbat (2016, junto a Ali Sapdara y Alex Txikón)— conversó en su día con Reinhold Messner sobre aquel episodio: “Me dijo que sabían que el descenso directo por el espolón Mummery era sencillo técnicamente, pero peligrosísimo. También me dijo que estaban muertos, así que volver a morir no sería mucho peor». Reinhold sobrevivió, pero su hermano Gunther desapareció, sepultado por un alud justo en la zona donde desaparecieron el pasado 24 de febrero Ballard y Nardi. El embajador de Italia en Pakistán, Stefano Pontecorvo, así como la familia de Daniele Nardi, dieron por concluidas las labores de rescate agradeciendo especialmente el trabajo de Alex Txikon y su equipo.
Uno de los escasos entretenimientos en el campo base del Nanga Parbat pasa por sentarse frente al espolón Mummery y esperar a que caiga un alud. “A veces caen tres al día”, aclara Simone Moro en conversación telefónica desde su residencia en Bolzano, quien recuerda que “todos los alpinistas saben que escoger esa ruta es como jugar a la ruleta rusa, una forma de suicidio”. Toda la parte inferior de la vía queda barrida por los aludes de nieve, muchas veces provocados por la rotura de seracs (masas de hielo) que se desprenden del glaciar superior. No hay escapatoria posible.
Obviamente, tanto Tom Ballard como Daniele Nardi estaban al corriente del compromiso extremo que asumían en dicha ruta, y más aún en invierno, cuando las nevadas son copiosas. De hecho, ambos se quedaron solos cuando su compañero de expedición, el paquistaní Karim Hayat, se retiró al poco de arrancar la expedición. “Lo que dijo al llegar a casa», explica Moro, «fue que prefería perder su sueldo antes que perder la vida”. Entonces, ¿por qué siguieron con el plan establecido los dos alpinistas dados ya oficialmente por fallecidos? Todos los alpinistas de élite asumen tarde o temprano riesgos que escapan a su control, se exponen a peligrosos objetivos, en un cara o cruz que coloca su actividad un peldaño por encima de lo que se conoce como simple deporte.
«No han tenido mala suerte»
Ballard y Nardi pretendían pasar por la parte inferior del espolón lo más rápido posible y situarse a una altura vecina de los 7.000 metros, en el plateau superior, fuera de peligro. Es el clásico juego del gato y del ratón. Confiaban en su suerte. No la tuvieron. Simone Moro va más allá en su análisis: “No por ser alpinista tengo que dar la razón a los alpinistas. En mi opinión, esa ruta es impracticable y nadie, y menos los jóvenes del futuro, deberían tratar de escalarla. Estoy muy triste por Tom y por Daniele, pero hay que sacar conclusiones. Daniele llevaba años persiguiendo el Nanga Parbat invernal, pero ya se ha escalado dos veces (en 2016 y en 2018) así que la única opción que podía conceder reconocimiento a Nardi era abrir una nueva vía y en invierno. Eso le cegó y convenció a Tom porque necesitaba alguien de nivel a su lado. Nardi era un buen alpinista, como muchos, no uno excepcional, y a veces hay que saber escoger los retos cuando se busca cierta forma de notoriedad. Todos buscamos notoriedad, no es nada malo, pero hay que saber hasta dónde se puede llegar”, analiza Moro.
Simone, autor también en 2003 de una nueva ruta al Nanga Parbat junto a Jean-Christophe Lafaille, aclara que lo más sencillo en su caso pasaba por callarse para ahorrarse un alud de voces críticas que le señalan por su aparente falta de sensibilidad. “Quiero que quede claro que comparto el dolor de los familiares de Ballard y Nardi pero, cuando leo o escucho que han tenido mala suerte, tengo algo que decir al respecto: no han tenido mala suerte: estaban a sabiendas en un lugar muy, muy peligroso”.
De hecho, casi todos los accidentes en montaña tienen que ver no con la mala fortuna, sino con la toma equivocada de decisiones o con los errores técnicos y tácticos. Un alud no distingue entre un alpinista de élite y otro modesto. Los accidentes tienen que ver con errores humanos, fallos que todo alpinista trata de soslayar mediante entrenamiento, conocimiento del medio y de sus limitaciones, combinación de factores que conviven difícilmente con la ambición.