Cada una de estas circunscripciones tiene asignada un determinado número de diputados en función de la densidad de población de cada localidad
Las cartas están echadas. Todas las formaciones políticas han tratado de convencer a tantos electores como han podido para poder obtener el máximo número de escaños y ser así determinantes en un futuro gobierno. Todos ellos saben que cada provincia requiere un esfuerzo distinto, ya que no todas ellas aportan el mismo número de diputados al Congreso. ¿Cómo se distribuyen los escaños por provincias?
El sistema electoral español determina, junto a la Ley d’Hont, quiénes serán los 350 diputados del Congreso. Por ello, nuestro país está dividido en 52 circunscripciones: las 50 provincias españolas más las dos ciudades autónomas, Ceuta y Melilla.
Cada una de estas circunscripciones tiene asignada un determinado número de diputados: uno en Ceuta, uno en Melilla y un mínimo de dos por provincia, aunque este número aumenta en función de la densidad de población de cada localidad.
A mayor densidad de población, mayor número de diputados acogerá la provincia en cuestión. Ejemplo de ello es Madrid, con nada más y nada menos que 37 diputados. En el otro extremo de la moneda nos encontramos con Cáceres, que solo cuenta con 4 diputados a pesar de ser una de las provincias más grandes en extensión de España.
Pero esto no es precisamente beneficioso para Madrid. El número de diputados influye directamente en la relación número de votos/escaños obtenidos. Y es que a mayor número de diputados de una provincia, más cantidad de votos se necesitará para obtener un escaño.
¿Cómo se traduce todo esto a la hora de emitir nuestro voto? En líneas generales, un voto en Madrid tiene menos valor que un voto en Badajoz o Cáceres. En términos electorales se traduce en que un diputado de un determinado partido político requiere un mayor número de votos para ser representado en el Congreso en la provincia de Madrid que en Cáceres o Badajoz.