Con las elecciones municipales tocando ya a la puerta de la ciudad de Alicante, el alcalde Luis Barcala ha centrado su atención y el eje de su campaña en los barrios céntricos de la ciudad, mientras que los espacios públicos de la periferia presentan un grave estado de abandono, que en algunos casos solo puede calificarse de ruinoso.
Basta con dar un breve paseo de 20 minutos a lo largo de la Gran Vía que recorre la ciudad desde la Avenida Pintor Xavier Soler hasta el barrio de Tómbola, para encontrar algunos de los ejemplos más alarmantes, como el deplorable estado de las pérgolas sitas junto a las cocheras de Vectalia, en el barrio del Garbinet, a pocos metros del Hospital general.
Estas estructuras, que deberían proteger a los transeúntes del sol y la lluvia, se caen a trozos y representan un verdadero peligro para la seguridad pública. La situación de ruina de los soportes de la estructura se ha mantenido al menos desde principios de 2022 sin que se haya tomado ninguna clase de medida para solucionarlo, más allá de unas endebles rejas que las separan de los múltiples transeúntes que frecuentan la zona cada día. El paso del tiempo solo ha empeorado la conservación de las estructuras, que ya amenazan con el derrumbe de prorrogarse en el tiempo. «Lo de esta ciudad es LAMENTABLAS», se quejaban algunos vecinos de la zona.
A lo largo del «tour de los horrores» por la cara más abandonada de la capital alicantina, llaman poderosamente la atención los caudalosos ríos de agua que acompañan al caminante, delatando otro problema muy importante en el sistema de irrigación de la ciudad.
Las graves fugas son un problema ecológico y social en plena sequía histórica. Esto no solo es una pérdida de agua, un recurso escaso y valioso, sino que también representa un riesgo para la salud pública al aumentar el riesgo de enfermedades transmitidas por insectos y un enorme gasto para las arcas públicas que soportan fugas de miles de litros cada noche.
Consultadas fuentes municipales, se limitan a justificar este hecho, con que las ratas que infestan la ciudad devoran las bocas de riego, lo que no hace sino evidenciar más si cabe el terrible problema de higiene que desde el consistorio se niega sin cesar.
Mientras tanto, el centro de la ciudad tampoco se libra, ya que está completamente levantado por las obras, lo que ha generado un importante caos en el tráfico y en la vida cotidiana de los ciudadanos. Además, con la llegada de las fiestas de Hogueras, se espera que la ciudad colapse debido a la gran cantidad de personas que visitan la ciudad durante esta festividad, y el elevado número de calles que deberán cerrar, sumándose a las ya levantadas por el ayuntamiento.
El malestar ciudadano con el alcalde y su gobierno podría llevar a una menor participación electoral o incluso a un cambio en el voto, aunque la nula actividad de la oposición en estos asuntos también podría ser vista como una falta de interés en el bienestar de la ciudad y sus ciudadanos por estos partidos que se dicen sociales. En cualquier caso, queda claro que la situación actual requiere una acción inmediata por parte de las autoridades y un compromiso real para solucionar los problemas que afectan a la ciudad y sus habitantes.