En una sesión marcada por la dureza de algunas intervenciones de partidos políticos en el Congreso de los Diputados, todo ha quedado escenificado por la abstención de Unidas Podemos como única salida a la crisis que se padece en estos momentos en la política española. Y no es así, dado que la combinatoria para que en estos momentos tuviésemos un nuevo gobierno eran varias. El egocentrismo de algunos líderes nos lleva sin lugar a dudas a unas nuevas elecciones el próximo día 10 de noviembre.
Estaba cantado tras el bodevil que se han marcado PSOE y Unidas Podemos. Ha sido una escenificación ante la sociedad para ver quién era más «guapo» de los dos, y al final, como dice el sabio refranero español, «uno por el otro, la casa sin barrer». Y es que tanto Pedro Sánchez como Pablo Iglesias han llegado a creerse la cenicienta del cuento de hadas, y al final han salido a palos los dos. Es imposible empeorar las relaciones entre ambos partidos tras lo que hemos visto hoy en el hemiciclo.
Es más que evidente que la actual Ley Electoral necesita un cambio en España de manera urgente. Ya en junio de 2016 tuvimos que repetir elecciones tras las Navidades del 2015, y ahora vamos a tener que volver a emitir el voto dos veces en un año para intentar que nuestros representantes sean capaces de dialogar y anteponer los intereses de los españoles por encima de sus egos personales.
Todos han dado la impresión que ofrece todo mal estudiante. Nos han querido dar a entender que durante casi noventa días han trabajado para lograr un gobierno, y ellos mismos, todos, se han ido delatando como aquel que hace «novillos». Deberían de dejar de cobrar mientras no hagan bien «los deberes»
Hoy todo se ha centrado en PSOE y Unidas Podemos como única combinatoria, y no es cierto. Pedro Sánchez tenía una mayoría junto a Ciudadanos y se podría haber emulado aquel pacto que firmaron en 2016 ambos líderes, pero esta vez ni lo han intentado. Tampoco el PP ha andado fino, ya que podría haber ofrecido su abstención y provocar la investidura de Sánchez a cambio de reconducir ciertos desatinos en algunos puntos de España y comprometerse a marcar una agenda de gobierno algo más moderada en lugares como Cataluña, Baleares, la Comunidad Valenciana y Navarra. Pero tampoco lo han intentado.
Hemos visto que el nivel de todos ellos deja muchísimo que desear. Los discursos han sido tanto el pasado lunes como hoy de un talante penoso, barriobajero en algunos casos, y muy poco acorde con la altura de miras que se necesita en estos momentos complicados en la historia de España.
Los españoles no merecemos representantes incapaces de hablarse en tre ellos, de llamarse «sinvergüenzas» en un plenario en la sede de la soberanía nacional, o hablar de bandas, pandillas, terroristas, golpistas y otras zarandajas entre todos ellos.
Es más que evidente que cualquier acuerdo en septiembre pasaría por un gobierno de corto recorrido, y probablemente lo mejor sea que los españoles pongamos a cada uno en su sitio el 10 de noviembre. No nos queda otra visto lo visto.