El Hospital de Día de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria (UTCA) del Hospital La Fe ha duplicado el número de atenciones a personas con anorexia y bulimia durante la pandemia.
Con las restricciones a la movilidad derivadas del estado de alarma, las pacientes tuvieron que dejar de acudir diariamente al centro hospitalario para desayunar, comer y merendar. Los controles presenciales se reemplazaron entonces por supervisiones telemáticas.
El Hospital de Día de Trastornos de la Conducta Alimentaria atiende habitualmente a pacientes mayores de 14 años que necesitan una intervención más intensiva que la proporcionada desde consultas externas, pero que no llegan a una situación clínica tan grave como para precisar hospitalización completa.
Se trata de una unidad con 12 plazas diarias que acoge a pacientes derivados de Unidades de Salud Mental dependientes o no del Departamento de Salud La Fe. Cada paciente realiza de modo supervisado tres ingestas -desayuno, comida y merienda- y reciben además atención psicoterapéutica individual y grupal.
Con el decreto del estado de alarma y las subsiguientes limitaciones de movimiento, la psiquiatra, la psicóloga clínica, el personal de enfermería y la auxiliar de clínica de la unidad optaron por convertir la atención presencial en asistencia vía mail y telefónica.
«Para llevar el control, las pacientes debían fotografiar cada una de las ingestas que hacían en casa y enviar las fotos del antes y del después. De este modo, quedaba constancia visual y objetiva de qué comían», ha explicado Pilar Arribas, psicóloga clínica.
Además, se elaboró ad hoc material audiovisual y escrito que sirviese de apoyo a las intervenciones terapéuticas realizadas tanto con las pacientes como con las familias.
El sistema resultó eficaz, y también fiable gracias «al vínculo terapéutico creado tanto con las pacientes como con sus familias antes del confinamiento», en palabras de Arribas.
Este esfuerzo del personal y la colaboración de las familias permitió duplicar, durante la crisis sanitaria, el número de atenciones en el Hospital de Día de la UTCA, que pasaron de 12 a 24.
En su mayoría depacientes con anorexia y bulimia son mujeres jóvenes con predisposición genética. Las personas afectadas suelen compartir también tendencias al perfeccionismo, al hipercontrol e insatisfacción con su cuerpo, según ha explicado el Jefe de Sección de Psiquiatría Infanto-juvenil y Trastornos de la Conducta Alimentaria en La Fe, Luis Rojo.
Intervienen, pues, factores genéticos, biológicos, psicológicos, sociales y culturales y son muy difíciles de tratar: «El 60 % de los casos se cura o mejora ostensiblemente con tratamientos que pueden durar entre uno y cuatro años, pero un 30 % se cronifica», ha añadido Rojo.
La desnutrición derivada de estos trastornos mentales puede desencadenar complicaciones físicas muy graves (alopecia, atrofias musculares, pérdida de piezas dentales o complicaciones cardiológicas severas) y otras manifestaciones psiquiátricas como conductas autolesivas o tendencia al suicidio.
En este sentido, ha advertido Rojo, conviene recordar que se trata de patologías mentales graves y no se debe culpabilizar ni a las afectadas ni a sus familias: «La responsabilidad implica una intencionalidad y aquí nadie tiene intención de que una persona enferme», ha concluido.