¡Un error fatal que transforma un crimen planeado en una tragedia absurda y escalofriante! Josué Delgado, conocido como ‘El Conejero’, no era el blanco de los cuatro sicarios colombianos que le dispararon cinco veces en plena calle de Telde (Gran Canaria) el pasado 26 de junio: según la Policía Nacional, los asesinos se equivocaron por un parecido físico con el verdadero objetivo, las prisas del encargo y el hecho de que ambos eran vecinos. Un mensaje demoledor extraído de los móviles incautados –»Vaya cagada»– lo confirma todo, dejando al inspector jefe de la UDEV (Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta) con la certeza de que este asesinato, que parecía resuelto con las detenciones, esconde una red de sicarios que falló estrepitosamente en su misión. ¡En un archipiélago donde el narcotráfico y las venganzas cruzadas son el pan de cada día, esta «cagada» no solo destroza una familia, sino que expone la brutalidad de un submundo donde un rostro equivocado puede costar la vida!
La pesadilla arrancó en la tarde del 26 de junio, cuando Josué, un joven de 28 años con un historial limpio pero un parecido fatal con el hombre que realmente buscaban, cayó acribillado en la vía pública de Telde. La Policía Nacional actuó con celeridad: en agosto, Bryan A. F. R. cayó en Andújar (Jaén); en septiembre, César F. C. B. en Sevilla; y pronto, Antony C. M. y Diego F. P. N., todos colombianos, engrosaron la lista de detenidos. El caso parecía cerrado –cuatro presuntos autores materiales bajo custodia–, pero el análisis forense de sus teléfonos móviles destapó el horror: no era venganza contra ‘El Conejero’, sino un encargo fallido por 40.000 euros para eliminar a un luchador de MMA y dueño de un gimnasio de artes marciales. «Le proporcionaron dos fotografías del objetivo y lo ubicaron en su centro de trabajo el 7 de junio», detalla el informe policial, pero Diego F. P. N. –el sicario inicial– se rajó ante la presión y las amenazas de muerte a su familia en Colombia, rechazando el pago y dejando el hueco que Antony C. M. llenó a última hora… ¡y con un tiro al aire equivocado!
El mensaje clave, ese «Vaya cagada» intercambiado entre los detenidos, es el clavo en el ataúd de la presunción de acierto: surgió en chats con Bryan A. F. R., quien coordinaba desde la distancia, y apunta directo al error humano en una operación que olía a profesionalismo. Diego F. P. N., en su declaración, lo pintó crudo: contactado por «gente de Colombia» que ofrecía 20.000 euros por vigilar y 40.000 por rematar, el sicario aceptó por «buscarse la vida en Europa», pero el miedo a represalias –»me amenazaron de muerte a mí y a mi familia»– lo frenó. La organización, impaciente, reclutó a Antony C. M. en el último minuto, quien, en las prisas y con el parecido entre vecinos, confundió a Josué con el objetivo real. ¡Un fallo que convierte un asesinato calculado en una lotería macabra, donde la víctima inocente pagó el pato de un sicario miope y un encargo apresurado!
Esta revelación no solo reescribe el caso; expone las grietas de un submundo que opera con fotos borrosas y venganzas delegadas desde el otro lado del Atlántico. La Policía Nacional, con la UDEV al frente, sigue hurgando en los móviles para desmantelar la red mayor –aún desconocida–, pero el impacto en Telde es un mazazo: una familia destrozada, un barrio en shock y Canarias recordando que el narcotráfico no perdona errores, pero los comete con frecuencia. ¿Quién era el verdadero blanco, y qué rencillas MMA o deudas impulsaron este caos? Las amenazas a Diego F. P. N. sugieren que la organización no olvida fallos, y el inspector jefe lo advierte: «Esto es solo la punta del iceberg».
En Agencia6, el pulso de la investigación late con esta «cagada» que humaniza –y aterroriza– el horror del sicariato: ¡un error que costó una vida inocente, pero que podría desarmar una red entera! Sigue los avances en nuestras redes para las declaraciones pendientes y el retrato del objetivo fantasma – porque en las islas, la justicia no espera.
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