Trump revienta la última burbuja de la clase media en Venezuela

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El conflicto político ha ido estrujando, gota a gota, a la poca clase media que resiste en Venezuela. El más reciente revés vino el pasado miércoles de Estados Unidos, cuando el Gobierno de Donald Trump anunció la “suspensión inmediata e indefinida” de todos los vuelos comerciales, de pasajeros y de carga, desde y hacia Venezuela «por motivos de seguridad». Pocos momentos después de anunciarse la medida, pasajeros y maletas eran desalojados intempestivamente del avión destino a Miami en el aeropuerto de internacional Simón Bolívar de Maiquetía, que sirve a Caracas.

Las más afectadas son tres compañías venezolanas –Avior, Láser y Estelar–, que eran las únicas que mantenían rutas directas con Estados Unidos. Casi todas las grandes aerolíneas comerciales estadounidenses habían cerrado sus rutas en los últimos años por la decreciente demanda, los controles de cambio y los riesgos asociados a mantener operaciones en Venezuela. United Airlines y Delta Air Lines cesaron operaciones en 2017 y American Airlines, la última aerolínea norteamericana que seguía en el país, American Airlines, anunció suspensión de vuelos el pasado mes de marzo después de las protestas de sus pilotos.

En lo evidente, esto limitará aún más las posibilidades de los venezolanos de viajar a destinos tan frecuentes como Miami, destino de buena parte de la diáspora y donde muchos mantienen negocios. Todavía hay compañías, como la panameña Copa Airlines, que permiten a los viajeros llegar a Estados Unidos haciendo escala. Pero el impacto va más allá de los viajeros que se mueven entre ambos países. La suspensión de los vuelos “de carga”, aquellos que solo traen mercancía, será un duro golpe para aquellos que subsisten las miserias del país con la ayuda que le envían familiares y amigos desde el exterior.

“Esa es una disminución importante de la oferta de bienes de la clase media. Los importadores que surten el pequeño ‘boom’ de bodegones también se van a ver muy afectados. Y quizás canalice la emigración de la clase media más acomodada que ya no puedan preservar el estándar de vida en las burbujas que todavía se viven en el país”, dice la economista Tamara Herrera.

Los bodegones a los que se refiere son una suerte de tiendas de “delicatessen” que han florecido en los últimos meses en Caracas y otras grandes ciudades del país. En ellas se puede comprar cosas tan variadas como cerveza alemana u holandesa, pañales, cereales de cualquier tipo, unas conocidas tortas de aceite españolas, aceite del chef José Andrés, bebidas a base de almendra, champús y desodorantes o huevos de chocolate. Todo productos importados, de marcas conocidas, que no se consiguen en los supermercados regulares. Se venden en dólares y a un precio muy superior de lo que se encuentra en cualquier anaquel español.

El economista Omar Zambrano comparte la visión de los vuelos de carga eran el objetivo último de estas sanciones. “En la burbuja [económica de Venezuela] hay un sector comercial alimentado por esos envíos. Mucha gente y organizaciones reciben envíos puerta a puerta”. Es un servicio de empresas de ‘courier’ que hace entregas desde almacenes en Estados Unidos hasta Venezuela y que permite a los venezolanos traer compras hechas por internet.

Lastre petrolero

De alimentos a electrónica, fármacos o productos del higiene, Venezuela importa la mayoría de bienes que consume. Esto es consecuencia de la adicción petrolera generada tras décadas de dedicación casi exclusiva al «monocultivo» del crudo. Esto hizo habitual que los productos que llenaban los estantes de los supermercados fueran, en su mayoría, de origen extranjero. Tanto durante la llamada «Cuarta República», el período de bipartidismo previo a la llegada de Hugo Chávez al poder, como en los años boyantes de la «revolución bolivariana», los gobierno de turno trataron de administrar la renta petrolera mediante diversos sistemas de cambio de divisas

En la práctica, el resultado fue una sobrevaloración histórica de la divisa local, el volívar, que se convirtió en una suerte de subsidio de dólares por parte del Estado para viajar o importar bienes. Esto dejó al empresario local maniatado hace mucho tiempo, incapaz de competir contra el artificio cambiario que hacía más ventajoso traer de fuera las mercancías que producirlas en el país.

El petróleo llegó a aportar 9 de cada 10 dólares que entran en las arcas del Estado, por lo que cuando este ingreso se vio comprometido, la crisis económica arreció. Primero, por la caída de los precios del petróleo; luego por el acelerado declive de la producción nacional de crudo. La reacción de las autoridades fue estrechar el cerco cambiario y pusiera fin a la era de los “dólares baratos” a mansalva. La nueva situación dejó a un pequeño grupo que accede a las divisas preferenciales del Estado mediante unas subastas poco transparentes a los que la oposición llama «los enchufados». El resto de la población quedó abocada al mercado negro de divisas, donde la especulación y la escasez fijan precios muy superiores a los del mercado.

Militares enchufados

¿Por qué Trump apunta entonces a los vuelos de carga? El economista Zambrano explica que “es un secreto a voces que la mayoría de las empresas [importadoras] son de militares”, así que los principales afectados por la la medida están en los cuarteles. Pero habrá «víctimas colaterales». Muchas familias dependían de estos envíos, ya fuera como medio de subsistencia o como un desesperado intento por conservar cierta calidad de vida en el caos económico y político de Venezuela.

El auge del «puerta a puerta» aliviaba entre la clase media la escasez que se vive en los supermercados locales. Las familias con algún ingreso disponible en divisa o con familiares en el extranjero podían hacer la compra por internet en Estados Unidos -atún y pañales a papel higiénico o pasta de dientes- y recibirla puntualmente gracias a los vuelos de carga.

El analista Luis Vicente León explicaba en su cuenta de Twitter que esta medida tiene “un impacto directo sobre los venezolanos no sancionados y con visa americana”, pero también “sobre los costos de envío aéreo de la población para compensar la escasez y la inflación interna”. Porque para traer mercancía o hacer vuelos de y hasta Estados Unidos implicará hacer, mínimo, una escala.

Ramón es el dueño de un pequeño negocio puerta a puerta. Explica de modo parco que la situación es muy compleja y cada vez más complicada. “Todo lo aéreo [comercio] se ha parado. Y ahora el comercio marítimo está en la mira. Esto impacta totalmente las operaciones. Todos estamos tratando de ver cómo se triangula. Algo como que un avión que pueda despegar de Miami, aterrice en otro país cercano [que no puede ser Aruba ni Bonaire ni Curazao por restricciones de estos países hacia Venezuela] y luego venir a Venezuela. Pero además, esa parada no debería implicar hacer aduana de la carga, porque entonces ya todo se enreda mucho”.

Para los usuarios, esto es una situación que desde hace tiempo se siente insostenible. «Traigo muchas cosas de aseo personal, porque si en Amazon un litro de un champú de 1,0 litro cuesta ocho dólares, aquí cuesta 20. Cosas muy pesadas las traemos por barco. Pero cosas urgentes sí las pedíamos por avión”, explica Ani Ochoa, clienta frecuente de los servicios de encomienda.

También suele traer algunas medicinas que no necesitan receta, como anti alérgicos o las pastillas para el estómago que usa su madre. Y explica que tiene conocidos que usaban este servicio para traer leche de fórmula para sus hijos, porque en Venezuela no se consigue o está mucho más cara que fuera. “Ahora esto se va a tardar o va a ser más caro. Tocará planificarse con mucho más tiempo y ligar [rezar] para que no haya ninguna emergencia y lleguen pronto las cosas”.

Ani dice que esto añade un punto más de caos a su vida. “Esto era un respiro, era un modo de traer algunas cosas. Puede parecer una tontería, o una sifrinería [pijería], pero uno trata de mantener la normalidad dentro de este caos, la sanidad mental. Ahora es una complicación más”.

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