Un pequeño comentario acompañado de una fotografía tomada ayer mismo en el centro de San Vicente del Raspeig nos sirve para preguntarnos si realmente ese mensaje de sostenibilidad que nos llega por cielo, tierra, mar y aire es cierto o hemos pasado de tener los corrales de animales dentro de los pueblos a tener nuestras calles repletas de contenedores malolientes, pringosos, rebosantes de moscas y dañando las bellas estampas de nuestras avenidas, parques y jardines.
Miren amigos, este ejemplo que traemos está elegido al azar, pero es el denominador común en todas partes y rincones de pueblos y ciudades. No se puede tolerar que en un enclave céntrico de una ciudad como San Vicente se acumulen hasta ocho contenedores. Eso es, con los debidos respetos, tercer mundo maquillado con unos artilugios de colorines y tamaños diferentes, que como vivimos ayer, hacen imposible estar cerca de ellos.
En una jornada como la de ayer jueves 26 de septiembre de 2019, en un pasaje precioso, arbolado y ajardinado, las moscas hicieron imposible comer a gusto y tomar una copa con tranquilidad. Aguantar a las moscas cuando las cabras, burros, ovejas y conejos compartían espacio en las casas porque no quedaba otra, tenía un pase, pero en siglo XXI, el asunto de las basuras ha pasado a ser un problema de salud difícilmente solucionable.
Además, por si fuera poco, hay negocio detrás de cada contenedor y cada colorín con aquello de los reciclajes. Es la excusa perfecta para que algunos estén haciendo caja a costa de todos nosotros, y sin contraprestación alguna. Cartones, vidrios, latas, o plásticos ya se cotizan en muchos países a través de máquinas expendedoras que de inmediato pagan el «reciclaje», pero en España los políticos han apostado por llenar las calles de contenedores donde a cualquier hora del día se vierten basuras de todos tipo, generando lo que ya hemos citado.
Y si esta irresponsabilidad es supina, no digamos cuando escuchamos hablar a nuestros dirigentes hablar del entorno, del medio ambiente, y de calidad del aire que respiramos. En una provincia como la nuestra o una región como la valenciana no se ha reforestado ni un metro de monte quemado, ni se ayuda a los agricultores para que sus zonas verdes, sus naranjales y huertas, se mantengan en plena producción. Más bien hacen todo lo contrario, dejando secar hectáreas y hectáreas, con lo que desde dentro, desde lo nuestro, tampoco ayudamos al mantenimiento de calidad de vida en nuestros pueblos y ciudades. Y así, como comprenderán, vamos por mal camino. Tiran por el camino fácil, y así estamos viendo el incremento de enfermedades mortales entre nuestros vecinos. No es una invención, es una triste realidad. ¿Estamos cuidando nuestro entorno y nuestra salud, o estamos jugando con todo ello?.
Saquen sus propias conclusiones amigos. A veces no hace falta ser un lumbrera para darse cuenta que todo es una farsa.