¿Qué coño hacía ayer un vicepresidente del gobierno de España en una Universidad hablando del fascismo?

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Mal peinado, con los medios «avisados» y con todos los micrófonos ante él, ayer le vimos hablando en una Universidad de España. Y no fue para exponer asuntos relacionados con la educación, no. Fue a otras cosas. Muy grave amigos, muy grave. Este personaje es un peligro para todos, empezando entre aquellos que van lamiendo su traserillo

No es mi intención hacer publicidad alguna a Podemos, a Unidas Podemos, a sus abyectos líderes, ni a nadie que represente en la actualidad un partido comunista que tenga a sus espaldas más de cien millones de muertos en el mundo y la miseria allí donde se implantó. Y por supuesto, jamás defenderé a alguien que tuvo apoyo de tiranos como los actuales dirigentes venezolanos, enriqueciéndose a costa de un pueblo que no tiene para comer, incomunicado con el mundo, y destinado a salir del ostracismo con la ayuda de las gentes de buen corazón del planeta, algo indignante. Y aquí incluyo ya también a los socialistas. Todos calladitos ante las tropelías del infame Zapatero, el más miserable presidente que hemos tenido, si es que Pedro Sánchez se lo permite, visto lo visto en los últimos cuarenta días.

Fui votante del PSOE en mi juventud, cuando la derecha española estaba desaparecida cambiando líderes cuál de ellos peor, hasta la llegada de Aznar. Mi conciencia está tranquila de no haber votado jamás a Podemos, ni tan siquiera cuando no hacerlo era «pecado». Pero siempre, haya gobernado uno u otro, he respetado al representante de la institución sin fisuras, por muy mal que me cayese el personaje de turno. Nunca ha fallado mi lealtad al cargo, que no a la persona.

Pero lo de ahora ya me provoca vómitos, asco, mareos, e incluso tengo miedo de que a través de la radio, la prensa o televisión esta gentuza me transmita alguna enfermedad para lograr lo que desean, que es hacer limpieza y quedarse sólos aquellos que palmean a líderes de pensamiento único, como es el caso de Pablo Iglesias y también Pedro Sánchez.

Estamos viendo escándalos a diario. Hoy, con una alarma social terrible por el coronavirus, ni el presidente ni el malpeinado vicepresidente que deshonra con su aspecto a España, han dado la cara. En todos los países sus máximos dirigentes dan mensajes transmitiendo la última hora y tranquilizando y tomando medidas de sentido común. Aquí mucho me temo que se esté ocultando la verdad de la expansión del virus porque el domingo hay concentraciones de feministas y a ellas, supuesto tenemos un gobierno de ellas, «nadie» les va a fastidiar la fiesta de su día grande.

Veremos si a partir del 9 hay medidas, apuesto a que así será. Pero ayer hubo un hecho que, aparte de creer a nivel personal que estuvo preparado para desviar atenciones contra las críticas por la Ley de Libertad Sexual dimanada de la zote Marquesa de Galapagar, la esposa del protagonista, vimos a Pablo Iglesias hablando de fascismo en una Universidad española.

Pablo Iglesias, por su cargo, es vicepresidente de un gobierno de todos los españoles, de los que le votaron, de los que no le apoyaron, de los que se quedaron en casa, e incluso de aquellos que pudieron acordarse de su madre en un momento determinado de sus vidas. Lo es de todos, y como tal, no puede andar atacando a aquellos que para él, y sólo según él, son fascistas.

Pablo Iglesias tiene asuntos muy importantes en sus carteras como para andar escupiendo estricnina por su boca contra sus oponentes políticos. Incluso ayer sobró su defensa de la infame Ley de Libertad Sexual promulgada por su mujer.

Ceaucescu fue asesinado en 1989 tras un juicio sumarísimo llevado a cabo por los militares que días antes le andaban aplaudiendo frente a su mansión de Bucarest. Eso de los matrimonios gobernantes a lo largo de la historia han demostrado que siempre han terminado muy mal.

Pablo Iglesias debe ceñirse a sus parcelas de gobierno, sin más. Y hacerlo para todos los españoles sin exclusión. Los hombres y mujeres de este país llamado España tenemos claro lo que queremos, y desde luego, el camino no es el que se nos quiere imponer desde una ultraizquierda rancia, obsoleta, lejana del pueblo y abusiva de los humildes a quienes se ha convencido con mensajes populistas que se han violado nada más «tocar» poder.

No me gustaría ponerme en el pellejo de aquellos políticos que se enfrentan y humillan a los pobres engañados. Durarán menos que un bizcocho en la puerta de un colegio. Tiempo al tiempo, que será muy breve si este gobierno sigue por la línea del confrontamiento y del sinsentido.

Feliz jueves!

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