El general de Brigada retirado del Ejército de Tierra Santiago Bastos Noreña, quien fuera número dos del Centro Superior de Información para la Defensa (CESID), la agencia de espionaje española que estuvo en funcionamiento entre los años 1977 y 2002, cuando fue sustituida por el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), ha fallecido junto a su mujer este fin de semana tras sufrir un accidente de circulación.
El Ministerio de Defensa ha hecho público este lunes un breve comunicado en el que le define como «un auténtico demócrata» y señala que ha sido «una figura destacada en la lucha contra la involución y el terrorismo en España». «Recordamos a un miembro de las Fuerzas Armadas, el general Bastos, una persona íntegra, comprometida con su país. Toda una vida dedicada al servicio del Estado», continúa.
Hijo de un militar fusilado por el bando republicano durante la Guerra Civil, inició su trayectoria castrense como teniente -tras su paso por la Academia Militar de Zaragoza- en el Regimiento de Montaña de Jaca, en Huesca. Allí sufrió varias lesiones durante un salto paracaidista, lo que le obligó a tener que redirigir su carrera militar. Comenzarían así sus pasos dentro de las diferentes agencias de inteligencia españolas.
En 1972 ingresó en el Servicio Central de Documentación (SECED), la primera agencia española de inteligencia, que en ese año comenzaba a ponerse en funcionamiento. Allí desarrolló su trabajo con excelencia y fue uno de los agentes seleccionados en 1977 para pasar al nuevo Centro Superior de Información para la Defensa (CESID), después de la fusión que se llevó a cabo entre el SECED y Tercera Sección del Alto Estado Mayor, rama militar dedicada a la inteligencia exterior.
Encargado de la sección dedicada a la involución militar, no tuvo capacidad ni margen de maniobra para evitar el golpe de Estado del 23-F (1981), pero una vez dotado de más recursos y personal tras la asonada militar, sí pudo desactivar otras dos intentonas golpistas. La primera iba a tener lugar en octubre de 1982, poco antes de las elecciones de ese año (28 de octubre) que llevaron a Felipe González al Palacio de La Moncloa.
La otra asonada que consiguió abortar fue el intento de descabezar todas las instituciones del Estado con motivo del Día de las Fuerzas Armadas de 1985 (2 de junio), que ese año se iba a celebrar en La Coruña. Los golpistas querían colocar una bomba de mucha potencia debajo del estrado de autoridades para acabar de un plumazo con casi toda la Familia Real, no en vano, estaba anunciada la presencia del rey Juan Carlos I, la reina Sofía, y las entonces infantas Elena y Cristina.
También estaba previsto que perdiesen la vida en el atentado el resto de la principales autoridades del Estado, como era el caso de los por entonces presidente del Gobierno (Felipe González) y los presidentes del Congreso (Gregorio Peces-Barba), el Senado (José Federico de Carvajal), el Tribunal Constitucional (Manuel García Pelayo), y el Tribunal Supremo y el Consejo General del Estado (Federico Carlos Saínz de Robles).
A estas víctimas se unirían otros asistentes al acto, como el entonces vicepresidente del Gobierno (Alfonso Guerra), el entonces ministro de Defensa (Narcis Serra) o toda la cúpula militar, que estaba conformada por el almirante general Ángel Liberal Lucini (JEMAD), el teniente general José María Sáenz de Tejada (JEME), el almirante Guillermo Salas Cardenal (AJEMA), y el teniente general José Santos Peralba (JEMA).
Los golpistas querían ocupar el poder aprovechando la conmoción que provocarían los hechos, pues tenía previsto acusar del atentado a la organización terrorista ETA. Esta conspiración fue abortada poco más de un mes antes de que tuviese lugar en el mayor de los secretismos. De hecho, no se conoció nada de la misma hasta que fue hecha pública por Felipe González durante una entrevista en televisión en 1997, doce años después.
Una vez concluida la amenaza de los golpes de Estado en España, el general Bastos pasó a dirigir la división del CESID que se dedica a luchar contra la amenaza terrorista, especialmente, contra ETA, banda terrorista que intentó acabar con su vida. Llegó a ser número dos del CESID con Emilio Alonso Manglano a los mandos y dejó el centro en 1995, poco después de que Manglano cesara en su cargo.