Se han cumplido veinte años desde que Eduardo Zaplana, desde el despacho de la Generalitat en Valencia empezó a prometer un segundo hospital público en la comarca de la Marina Baja. El crecimiento de la población, las elevadas tasas de ocupación turística y el envejecimiento de las instalaciones del Hospital de Villajoyosa provocaron que se solicitara una amplicación del recinto vilero, o bien construir uno nuevo en otro municipio de la comarca.
Se llegó a decir que convenía «dividir» la comarca en dos, y los pueblos del sur tendrían como referente sanitario el actual hospital, mientras que localidades como Altea, La Nucía, Polop, Callosa d´en Sarrià, l´Alfàs del Pi y Benidorm tendrían un nuevo recinto hospitalario. Y para ello se vertieron ríos de tinta en los medios comarcales de la zona. No había día donde los alcaldes, turnándose de forma organizada, hablaban de la cosa.
L´Alfàs se ofreció a acoger en su término el nuevo hospital. En Altea se llegaron a citar los terrenos donde se construiría, mientras que La Nucía no se quedó atrás y solicitó su derecho a acoger tal infraestructura. Benidorm llegó a aprobar en Pleno los terrenos en la Partida de El Saltet, e incluso en un plenario del año 2010, cuando ya la cosa olía a muerto, se llegó a citar que el nombre del nuevo hospital sería el de «Virgen del Sufragio». Ni lo uno, ni lo otro, ni lo de allá ni lo de acullá. Hemos llegado al final de otra década, y como diría Julio Iglesias en su conocida canción vencedora en el Festival de Benidorm en 1968, «la vida sigue igual».
En los últimos tiempos hemos sido testigos de la caída de techos en el Hospital de Villajoyosa, hemos padecido el caos en sus listas de espera razonadas en las liliputienses instalaciones para una población casi millonaria, y por supuesto, el entorno del recinto es algo más que un vivo ejemplo del tercer mundo en el que hemos derivado debido a la irresponsabilidad de nuestros políticos. Han logrado que según las estadísticas de la propia Unión Europea, la Marina Baja sea a día de hoy la comarca del Viejo Continente con peor número de camas por cada mil habitantes. Ahí queda la cosa, que no la decimos nosotros, lo dicen las autoridades de Bruselas.
No cabe duda que esta pésima gestión de un servicio público universal ha mermado la llegada del turismo de calidad a la comarca, ya que no todo el mundo tiene seguro privado para poder acudir en caso de enfermedad a los diferentes hospitales privados a los que acuden todos nuestros políticos con sus pólizas pagadas por los contribuyentes, como es el caso de Benidorm, donde cada año una partida muy importante del presupuesto municipal va destinado al pago de la póliza privada de salud de la que se benefician funcionarios y políticos.
Benidorm llegó a tener a dos figuras políticas en el Gobierno de España. Tanto Eduardo Zaplana con Aznar como Leire Pajín con Zapatero anduvieron en los despachos de La Moncloa y nada hicieron para que desde Valencia, competente en sanidad, hiciese algo para mejorar la situación del hospital comarcal. Alguien se atrevió a decir en su día que ninguno de ellos ha hecho nada al efecto porque hay «pactos» entre algún político de antaño con las esferas de la sanidad privada para que ésta se beneficie ante las deficiencias de la pública. Y según pasa el tiempo, esa afirmación parece ir cogiendo cuerpo y verisimilitud.
Sea como fuere, en el año 2015 hubo cambio de gobierno en la Generalitat, y Ximo Puig y Mónica Oltra prometieron inaugurar en la legislatura que acaba de finalizar la ampliación del Hospital de Villajoyosa.Se cumplieron cuatro años, y precisamente el día que daba inicio la campaña electoral del 28 de abril, presentaron en Valencia la maqueta de lo que supuestamente será la ampliación hospitalaria. De momento conocemos la maqueta, pero como dicen los castizos, «largo me lo fiáis»
Hace tres semanas los ciudadanos de toda la comarca votaron a sus alcaldes, y han vuelto a elegir en casi todos los pueblos a los mismos. La foto no ha cambiado, y tenemos como máximas autoridades a las mismas personas que durante los últimos cuatro años no han abierto sus bocas en beneficio de la mejora de la sanidad pública en la Marina Baja. Y pese a ser un tema vital, la gente ha premiado con su confianza su irresponsabilidad, algo digno de ser estudiado por los sociólogos.
Dos décadas repletas de mentiras que sólo han sido subsanadas en parte gracias a la extraordinaria labor del equipo humano de un hospital desbordado. Merecen nuestro reconocimiento y aquí lo hacemos, a la par que criticamos con máximo rigor la dejadez, la desidia, la mentira y la rotunda irresponsabilidad de unos alcaldes y concejales que no merecen estar donde están. Tiempo tendremos para ratificar nuestras palabras porque pasarán otros cuatro años y seguiremos hablando del mismo problema, probablemente agravado. Los culpables tuvieron, tienen y tendrán nombres y apellidos para desgracia de todos los usuarios de la sanidad pública en una de las comarcas más ricas de España y de Europa, pese a ser el farolillo rojo, aunque a todos ellos les da igual a la vista de sus comportamientos.