¡El dedo que desliza sin fin está erosionando nuestra mente como un ácido invisible! Rocío Vidal, la divulgadora científica conocida como La Gata de Schrödinger, ha destapado en una entrevista impactante para La Vanguardia el precio neuronal del «scroll infinito» en redes sociales y pantallas: un consumo reactivo y superficial que fragmenta la atención, fomenta la dependencia de contenidos ajenos y, según estudios recientes, podría estar reduciendo nuestro coeficiente intelectual (IQ) y capacidad de concentración. «Yo misma he notado un declive en mi capacidad de concentración, y hay estudios que apuntan a una pérdida de atención y hasta de cociente intelectual», confiesa Vidal, quien ha vivido en carne propia cómo el bombardeo digital la ha desconectado de tareas profundas. ¡En una era de «sociedad del cansancio» –inspirada en Byung-Chul Han–, donde algoritmos nos anestesian con entretenimiento pasivo, esta «esclavitud digital» no solo nos roba tiempo; debilita redes neuronales clave, amplificando polarización y agotamiento mental. ¿Es hora de rebelarnos contra el scroll, o estamos condenados a un futuro de mentes dispersas y pensamientos prestados?
El diagnóstico de Vidal es un mazazo a nuestra adicción cotidiana: el scroll constante –ese gesto hipnótico que nos mantiene pegados a feeds interminables– genera una «sobreestimulación» que fragmenta la atención sostenida, convirtiéndonos en consumidores superficiales incapaces de procesar información compleja. «La tecnología contribuye a que pensemos peor, dependamos de contenidos ajenos y reduzcamos nuestra capacidad para mantener el foco», explica la científica, citando cómo los algoritmos exacerban esta dinámica al priorizar lo adictivo sobre lo nutritivo. Estudios que menciona, como los de la Universidad de California y revisiones en Nature Neuroscience, apuntan a una disminución del IQ equivalente a «puntos perdidos» similares a los causados por el consumo de alcohol o falta de sueño, con un impacto mayor en jóvenes: la multitarea digital debilita el hipocampo –centro de la memoria– y fortalece circuitos de recompensa inmediata, creando un bucle de gratificación fugaz que erosiona el pensamiento crítico.
Neurológicamente, el precio es demoledor: la sobreestimulación satura la corteza prefrontal –responsable de la planificación y el control impulsivo–, llevando a un «colapso cognitivo» donde la concentración profunda se convierte en un lujo olvidado. Vidal lo ilustra con su experiencia personal: «He notado un declive en mi capacidad de concentración», un eco de investigaciones que vinculan el uso excesivo de pantallas con un 10-15% de reducción en la atención sostenida, comparable a efectos de TDAH inducido. En el contexto de la «sociedad del cansancio», el scroll no solo agota; anestesia, fomentando una pasividad que amplifica la polarización y la ignorancia, como advierte Han: «La transparencia absoluta genera agotamiento y conformismo».
La conclusión de Vidal es un llamado a la acción rebelde: «Es hora de una rebeldía intelectual para resistir esta dependencia y recuperar el cuidado mental». Propone límites digitales, lectura profunda y pensamiento crítico como antídotos, en un mundo donde el scroll «nos esclaviza» al entretenimiento pasivo. ¿Colapso inevitable o oportunidad para desconectar? En Agencia6, el pulso neuronal late con esta alerta que no avisa: ¡el scroll nos fríe, pero el off es el interruptor! ¿Cuánto tiempo pasas deslizando? Comparte y síguenos para tips contra la adicción digital – porque una mente concentrada vale más que mil likes.
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