El PP de Moreno logra mayoría absoluta en Andalucía y consolida un cambio de ciclo en la política nacional.

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Los 58 diputados obtenidos por el PP el 19-J certifican la aplastante e indiscutible victoria de Juanma Moreno en Andalucía. Más allá de permitirle gobernar en solitario, la mayoría de partidos han hecho una lectura de los resultados en clave nacional, certificando un cambio de ciclo político, cuyas consecuencias ya empiezan a notarse y que con toda probabilidad culminarán en 2023, con unas elecciones generales a la vuelta de la esquina.

Un nuevo PP

A la vista de los históricos resultados obtenidos por los azules, parece casi impensable que hace menos de 4 meses, el PP se estuviera desintegrando con Casado a la cabeza. Esta debilidad se dejó notar de forma inmediata en las autonómicas de Castilla y León, donde Mañueco, pese a ganar las elecciones, vio como su popularidad e intención de voto se desplomaba a medida que avanzada la campaña, lo que a la postre se tradujo en un pacto con Vox que los populares querían evitar a toda costa.

La irrupción de Feijoo ha sido un bálsamo para el PP y el triunfo de Moreno Bonilla, el último sorayista, refuerza aún más el liderazgo sereno del gallego, en el que algunos ven a un nuevo Rajoy, para lo bueno y para lo malo. Sin embargo, la consolidación del ala socialdemócrata del PP y la transformación de Bonilla en su máximo exponente como barón de barones, puede desembocar, sin no se gestiona bien, en un nuevo enfrentamiento de Génova con el ala liberal, encarnada en la hasta ahora estrella rutilante Isabel Díaz Ayuso, de forma similar a lo que ya pasó entre Rajoy y Aguirre.

De izquierda a derecha: Bonilla, Ayuso y Feijoo

El cadáver de Casado, aún caliente, es el mejor recordatorio de las nefastas consecuencias que un nuevo choque de trenes puede suponer para un PP que aún no ha terminado de recomponerse.

El PSOE de salida

El mayor perjudicado de la lectura en clave nacional de las andaluzas es el PSOE. El partido rojo, con 30 escaños, ha obtenido el peor resultado de su historia en Andalucía, lo que supone una doble humillación al tratarse de una comunidad autónoma históricamente socialista y el mayor caladero de votos del partido liderado por Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez con el candidato andaluz Juan Espadas

Las alarmas se han encendido en Ferraz, donde ven en estos resultados el augurio de una derrota electoral sin precedentes en las generales de 2023, incrementada por los efectos de la recesión y la terrible política económica del gobierno de Sánchez. Por su parte, fuentes internas de Moncloa, aseguran desde hace semanas off the record, que el aún presidente del gobierno ya cuenta con este resultado y no se plantea repetir como candidato, dejando a su partido desolado y a los pies de los caballos, sin un liderazgo destacable para afrontar la más que previsible travesía del desierto que les viene por delante.

VOX, perder ganando

La situación de VOX es, tal vez, la más extraña de todas. Desde el punto de vista puramente numérico, los resultados de la formación verde no han sido malos. De forma similar a lo que sucedió en Madrid, el partido de Abascal ha resistido el arrollador éxito del PP e incluso ha mejorado sus resultados anteriores, ganado dos diputados adicionales, sin embargo, la sensación percibida es de derrota.

Esta discreta mejora no ha respondido a las expectativas que cabría esperar, teniendo a una figura de primer nivel nacional como candidata. La extraña campaña de Macarena Olona y sobre todo, el triunfalismo desmedido de los líderes del partido, que en un alarde de soberbia llegaron incluso, a ofrecer al indiscutible ganador de las elecciones la vicepresidencia de la junta, han logrado que el derrotismo golpee con fuerza y por primera vez a las filas verdes.

Macarena Olona en Cádiz durante la campaña andaluza

A la decepción se suma la preocupación. El juez Serrano dio en 2018 el pistoletazo de salida al meteórico ascenso de VOX en toda España cuando, siendo un candidato casi desconocido al frente de unas siglas emergentes, logró con una campaña de solo 6000 euros poner a 12 diputados en la junta, obteniendo un resultado infinitamente mejor en proporción, que el conseguido en con más de un millón de euros por la campaña de Olona.

Tras el 19-J, la desmovilización de las menguantes bases verdes, la falta de propuestas de gobierno serias y unos lideres desdibujados, convertido en caricaturas totalmente desconectadas de la realidad de su país, amenazan con convertir el decepcionante resultado de Andalucía en un nuevo hito para el partido, marcando el inicio de su declive.

Las confluencias…y Cs

Si las andaluzas han podido marcar el principio del fin para Vox, para Ciudadanos ha supuesto el punto y final. Pese a que el partido naranja compartió gobierno con Moreno Bonilla, ha sido incapaz de rentabilizarlo, desapareciendo por completo de Andalucía y perdiendo los 21 representantes que cosechó en los pasados comicios.

El desgaste de las siglas nacionales ha arrastrado a la formación autonómica sin piedad. Los votantes no han perdonados los bandazos, las extrañas maniobras y mociones en otras regiones. La inestabilidad que el auto-proclamado partido del sentido común ha supuesto para los gobiernos de los que formaba parte desde la fatídica moción en Murcia y sobre todo, la falta de autocrítica de sus líderes, enquistados en sus sillones mientras contemplaban a costa del sueldo público la debacle de sus siglas ha pasado factura al candidato Juan Marín.

Inés Arrimadas junto a su candidato Juan Marín

Los lideres naranjas que aún quedan en sus puestos ya han exigido la dimisión de Arrimadas o la refundación de las siglas, pero todo augura que el destino de Ciudadanos, el partido que soñó con el sorpaso al PP, está sellado.

Por su parte, las confluencias, sopa de siglas, marcas blancas o derivados varios de Podemos, también se han estrellado, entrando en fase terminal y ocupando el viejo espacio del comunismo, antaño propiedad exclusiva de IU pero hoy territorio en disputa, donde hay demasiadas bocas exigiendo un trozo de pastel cada vez más pequeño.

Conclusiones

Tal vez sea osado hacer augurios, pero las elecciones andaluzas han dibujado un futuro en el que la derecha, encabezada por el PP, parece resurgir con fuerza y donde el bipartidismo gana terreno ante la incapacidad de la nueva política para aportar estabilidad y ofrecer soluciones serias de gestión, más allá de exabruptos populistas disfrazados de ideología.

El giro nacional que comenzó el 19-J en Andalucía marca nuevos comienzos, con el renacimiento del PP y pone puntos y finales con la muerte de Cs, dejando al menos, una importante lección para la historia política española:

Ningún partido, por grandes que sean su éxitos, está a salvo de desaparecer por completo si no cuida a sus bases, no se toma en serio su mensaje, no ofrece algo más que consignas y no aporta estabilidad. Fortalecer las estructuras y evitar los personalismos, son la mejor garantía de futuro y la fórmula para resurgir como el ave Fénix, sean cuales sean los baches del camino.

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