El Panteón de Quijano es una de las joyas desconocidas de la ciudad de Alicante. Construido entre 1855 y 1857 por el Ayuntamiento de Alicante en la plaza de Santa Teresa. El interior de la plaza oculta unos jardines de estilo romántico en cuyo centro se encuentra el famoso panteón, obra del arquitecto Francisco Morell y Gómez, erigido en memoria de Trinitario González de Quijano, gobernador civil de la ciudad, considerado un héroe por su actuación humanitaria durante la epidemia de cólera de 1854.
Pese a su valor histórico y artístico, este vestigio de la historia de la ciudad permanece casi olvidado en el corazón del barrio de San Antón a tan solo 20 metros de la plaza de toros, sirviendo únicamente de escenario para la casita de Papá Noel en Navidades y como hogar de una pequeña oficina de la concejalía de inmigración, cooperación y voluntariado.
El ayuntamiento de la capital parece haberlo olvidado también. El vandalismo y la dejadez han hecho mella en el parque, cebándose con el monumento al ilustre Quijano y que, como muestran las fotos que Agencia6 pudo tomar este fin de semana, se cae literalmente a trozos.
Algunos vecinos han dejado junto al obelisco los restos que aún se esparcen por el parque, con la esperanza de que el ayuntamiento decida en algún momento rehabilitarlo, pero otras piezas del monumento, como alguna de las caras de bronce que decoran sus costados, parece que desaparecieron hace mucho tiempo.
El parque que lo rodea no presenta un estado mucho mejor. La raíz de algunos árboles se ha convertido en el nido para las ratas que pululan libremente por el recinto y que incluso, como afirman algunos vecinos con los que hemos podido charlar, han llegado a atacarles a ellos o a las mascotas que pasean entre los descuidados setos.
La biblioteca social abandonada y vandalizada, o las heces que minan cada metro cuadrado de los jardines (algunas humanas, según cuentan los vecinos), confirman la decadencia de este rincón de la ciudad, tomado por grupos de nor-africanos o por mendigos en busca de un refugio al caer la noche.
La situación es mucho más llamativa, según nos cuentan, cuando el propio alcalde de la ciudad, el popular Luis Barcala, ha confesado en diversas entrevistas concedidas durante las elecciones, que el Panteón de Quijano es su rincón favorito de la ciudad. “Es un sitio al que de una u otra forma mi cabeza retorna permanentemente”, afirma en una de ellas, pese a que, como le afean los alicantinos que sufren el abandono del parque, “retorna poco en persona, porque el sitio da asco y huele a peste”.
Los vecinos solo exigen coherencia y una restauración y cuidado a la atura de uno de los más emblemáticos y encantadores espacios públicos de Alicante.