El temporal que estamos viviendo ha traido episodios de crudeza con el viento, daños en los paseos marítimos, en la agricultura, infraestructuras y también en mobiliarios urbanos de todos los pueblos de la provincia. De todo también se saca la parte positiva, y es la gran cantidad de agua embalsada que se está acumulando en los pantanos de la provincia, y que gracias a ello, están al borde de su capacidad completa.
Es el caso del Embalse de Guadalest, el primero que se construyó en época franquista en la Marina Baja con miras a las explotaciones agrícolas, que posteriormente sirvieron como depósito de agua que dio de beber al turismo que empezó a llegar en los años 50 a Benidorm y comarca.
Según los datos ofrecidos ayer por la Confederación Hidrográfica del Júcar, el embalse se encuentra a más del 86%, lo que ha provocado la puesta en marcha del dispositivo de seguridad, evacuando agua cauce abajo, que se une con el Rio Algar, y de ahí el espectacular vertido que se produce en la desembocadura de Altea. El pantano está recibiendo grandes caudales de la parte superior de las montañas vertientes de Aitana y Serrella, amén de la que llega a través del sistema de impulsión desde el Rio Algar, mecanismo que funciona desde 1974 tras la primera gran sequía padecida en la comarca.
De igual forma, el pantano del Amadorio ofrece un gran caudal acumulado, así como los pertenecientes a la Confederación Hidrográfica del Segura en el sur de la provincia, que irán en incremento debido a las nevadas en el interior de la provincia.