Un extraordinario artículo de Maite Rico en Vozpopuli denunció la estafa de los bebés robados. Describió el caso de una denunciante que acabó reconociendo que fue entregada voluntariamente a su familia de adopción. El artículo recuerda los intereses crematísticos del condenado exjuez Garzón en el escándalo. El exmagistrado está entregado al lucrativo «tercer sector», que es como llaman los cursis al mundo de las ONG que realizan actividades desinteresadas. Como no son administración, no pertenecen al sector público y, como no tienen ánimo de lucro, tampoco son del sector privado. Pero no es verdad que no tengan ánimo de lucro. De hecho, se lucran copiosamente de las subvenciones públicas que financiamos con nuestros impuestos. Lo que no tienen es ánimo de ganarse la vida trabajando bajo el pretexto de estar haciendo cosas que, según la óptica de la izquierda, son «buenas». Pues bien, una de ellas es la denuncia de los bebés robados durante el franquismo.
La falsedad destapada ha provocado que el mismísimo Baltasar Garzón, recordemos que hablamos de un condenado, descendiera en carne mortal a defender su caso en un artículo titulado «Dos veces víctimas». Según él, que una de las denuncias sea falsa no significa que las demás lo sean. Y es verdad, aunque es inevitable que alguna mente corrompida por el capitalismo crea que es algo que induce a pensar que todo es un montaje. El prestigioso jurista, aunque condenado o delincuente, exige que se siga investigando porque las víctimas, con independencia de qué visos de realidad tengan sus denuncias, tienen derecho a que la Administración de Justicia deje las tonterías que esté haciendo e investigue hasta el final. Tiene razón, que se investigue todo, cualquier cosa, incluso el modo en que Garzón ha acumulado su patrimonio, por poner un ejemplo.
Naturalmente, quienes se oponen son negacionistas, que es el calificativo que merecen los que ponen en tela de juicio las ‘verdades’ de la izquierda. El franquismo, viene a decir el maestro en leyes condenado, fue tan abyecto que es imposible que no hubiera miles de casos de bebés robados. Manda narices. Para evitar que cualquier leguleyo de tres al cuarto le rebata con la posibilidad de que se trate de delitos prescritos, este Beccaria del siglo XXI nos recuerda que se trata de un caso de lesa humanidad y que por tanto es imprescriptible. Es una pena que el docto jurista condenado no tenga espacio para argumentar su tesis y que de lugar a que los cortos de entendederas consideren que su conclusión es una sandez.
La verdad es que, para ser un activista dedicado a hacer el bien sin ánimo de lucro, el berrinche que se ha cogido el jurisperito condenado al ver destapada la falsedad de su denuncia, es considerable. Esto exige revisar las conclusiones sobre el personaje. Porque, cuando le tiraban abajo las instrucciones, pareció un caso de incompetencia. Cuando pidió el certificado de defunción de Franco, se antojó un supuesto de mera estulticia. Sin embargo, ahora parece más bien un problema de codicia. O quizá sea mucho más grave y Garzón sea tres veces víctima de la incompetencia, la estulticia y la codicia. Habrá que crear una ONG para que lo proteja del cruel acoso al que lo someten estas tres fascistas. Ver para creer con este personaje.
Este artículo en su inmensa mayoría también ha sido publicado bajo la firma de Emilio Campmany en Libertad Digital. Somos pocos los medios que hablamos claro ante personajes infames como Garzón, un juez condenado por cometer delitos durante la instrucción en una de sus causas, pero quienes lo hacemos, vamos de cara y sin miedo. Ya conocemos sus tretas, sus argucias, sus invenciones, sus majaderías. Sabemos muchas, pero están a punto de salir algunas más. Es cuestión de sentarse mientras sale del horno la próxima jugarreta de este individuo.