La soledad no deseada se encuentra presente a todas las edades en la población andaluza de 55 y más años, se incrementa con la edad y es especialmente gravosa a partir de los 80 años, según se desprende del Estudio sobre soledad no deseada en personas de 55+ años en Andalucía, llevado a cabo desde la Dirección General de Personas Mayores y Pensiones no Contributivas de la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales de la Junta de Andalucía. Esta investigación, coordinada por Juan Manuel García González, profesor de la Universidad Pablo de Olavide, se ha llevado a cabo mediante la entrevista a 2.000 personas de 55 y más años residentes en todo el territorio andaluz.
Se trata del primer estudio de estas características que se realiza en Andalucía, que hasta ahora no contaba con ningún instrumento para valorar y tratar esta problemática. La única referencia es la estadística sobre hogares unipersonales y sus variables por edad. Sin embargo, no todas las personas mayores que viven solas tienen por qué sentirse solas o encontrarse en situación de soledad. De ahí, la importancia de este estudio que analiza otras variables y los factores que influyen en este sentimiento tanto internos (soledad emocional), como externos (soledad social).
La consejera de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación, Rocío Ruiz, ha presentado el estudio en el que se pone de manifiesto «que la soledad no deseada se encuentra presente de manera transversal a todas las edades, en hombres y mujeres, y en todas las provincias andaluza». «Hay una problemática de soledad no deseada contra la que hay que luchar, que es necesario aliviar y ante la que hay que articular estrategias y políticas públicas de prevención, seguimiento e intervención, así como seguir investigando«, ha añadido la consejera.
En este sentido, la responsable de las Políticas Sociales en Andalucía ha hecho referencia al primer plan Estratégico Integral para Personas Mayores en Andalucía que está elaborando la Consejería. Este Plan «ordenará el conjunto de las políticas públicas destinadas a promover el bienestar de los mayores ,políticas en el ámbito sanitario, de servicios sociales, cultural, deportivo, de ocio, urbanístico y asociativo, desde una perspectiva integral, preventiva y sostenible», ha apuntado la consejera.
Para Ruiz, además, es necesario «sensibilizar al conjunto de la población sobre el fenómeno de la soledad en las personas mayores y no tan mayores, fomentar redes comunitarias sólidas, en especial en el ámbito del barrio y de cercanía, así como fortalecer los servicios sociales». «La soledad no deseada es uno de los mayores enemigos del envejecimiento, y debemos todos estar muy sensibilizados con este problema. Demostrarles todo lo que queremos a nuestros mayores, expresarles nuestro afecto y nuestro cariño, y hacernos presentes, estando más pendientes de ellos debe ser una obligación moral. Debemos darle todo a los que todo dieron por nosotros», ha dicho la consejera.
En este sentido, desde la Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación «no partimos de cero. Actualmente disponemos de una serie de recursos, como son el Servicio de Teleasistencia, que ha sido fundamental en esta pandemia con más de dos millones de llamadas gestionadas, la mayoría de ellas para paliar situaciones de soledad, o el Teléfono de Atención a las Personas Mayores, para detectar casos de riesgos en situación de aislamiento social o soledad», ha explicado la consejera.
«Contamos, también con los Centros de Participación Activa, que son centros de encuentro y de intercambio que ayudan a paliar la soledad de las personas mayores a través de actividades, talleres y fomento del voluntariado. Además de las actividades programadas en estos centros se prestan servicios, como atención jurídica o servicio de comedor. En Andalucía hay una red de unos seiscientos centros de participación activa, de los que 168 son de titularidad de la Junta de Andalucía», ha insistido Rocío Ruiz.
El sentimiento de soledad aumenta con la edad
El estudio refleja que 47% de las personas andaluzas de 55 y más años se encuentra en soledad no deseada, con un 40% en soledad moderada y un 7% en soledad severa. El sentimiento de soledad aumenta con la edad, siendo especialmente preocupante a partir de los 80 años.
La prevalencia de soledad emocional es mayor que la de soledad social, siendo la primera más frecuente entre las mujeres y la segunda más frecuente entre los hombres, aumentando ambas igualmente en los grupos de edades más avanzadas. La soledad, asimismo, es mayor entre las personas con menor nivel educativo y entre las que viven en hogares unipersonales.
Además, un 15% se encuentra en riesgo de aislamiento social, cifras que aumentan entre los grupos de mayor edad como consecuencia de la rotura y pérdida de la red de amistades y una menor frecuencia de contactos, alcanzando el riesgo de aislamiento de la red de amistades a casi un tercio de la población de 55 y más años. En cambio, el riesgo de aislamiento de la red familiar se encuentra en torno al 5%. Los datos apuntan a que la red social y de amistades de las mujeres es más sólida y amplia que la de los hombres en el grupo de edad de 55 a 64 años, mientras que a los 65 años los riesgos se equiparan y se dispara entre las mujeres de 80 y más años.
Nivel educativo y población
El riesgo de aislamiento social es mayor entre las personas con un nivel educativo más bajo, más preocupante en la pérdida de la red de amistades en el grupo de los que no tienen estudios o tienen estudios primarios. En cambio, el nivel educativo tiene menos relevancia en el riesgo de aislamiento de la red familiar, por un lado, y la edad es menos determinante entre las personas que tienen estudios superiores.
Otros resultados relevantes que presenta el estudio se refieren al efecto protector sobre la soledad no deseada y el riesgo de aislamiento social que tiene el asociacionismo y la residencia en pareja o con familiares.
En cuanto al ámbito territorial, la investigación no ha encontrado diferencias claras entre los hábitats rural y urbano. Sí se vislumbra un ligero menor riesgo de soledad y aislamiento en las zonas costeras que en las zonas de sierra o de montaña. Por su parte, la distribución provincial tampoco es uniforme y depende del indicador. En general, hay una mayor prevalencia de soledad en las provincias con mayor envejecimiento poblacional, hipótesis acorde con el comportamiento de la soledad con la edad. Al atender solo al indicador de la soledad severa, sí que se atisba que la Andalucía oriental presenta mayor soledad que la Andalucía occidental.
La soledad durante el confinamiento
Aunque el estudio sobre soledad no deseada se realizó antes de la declaración del estado de alarma, durante la jornada se han dado también algunas claves sobre cómo el confinamiento afectó al sentimiento de soledad de las personas mayores. Así, el investigador responsable del estudio, Juan Manuel García, ha asegurado que se ha producido «un incremento» de esta situación. Por un lado, personas mayores que no se encontraban en soledad han pasado a sentirla y, por otro, los que ya partían de un sentimiento de soledad, éste se ha visto incrementado.
El director general de Personas Mayores y Pensiones No Contributivas de la Junta de Andalucía, Juan Carlos Durán, ha apuntado que «durante la pandemia y el confinamiento, muchos mayores se han visto más solos que antes. Las visitas de familiares y amigos se han reducido. Además no han podido sentir el contacto físico tan deseado». Los mayores, ha recordado, «tienen menos habilidades que la población más joven para manejar las nuevas tecnologías, no se manejan igual de bien con los móviles o tablet, usan con mayor dificultad las aplicaciones de mensajería o las videollamadas, lo que ha influido también de manera negativa durante le confinamiento. «Lo que más ven es la televisión, y precisamente no ha sido lo que más les ha ayudado durante la pandemia», ha apuntado el director general, en referencia a las noticias en las que se alertaba del riesgo de las personas mayores y los fallecimientos.
«Muchos mayores han expresado que preferían ver a sus hijos, besarlos y abrazarlos, aunque se contagiaran», ha apuntado Durán.
En general, la pandemia del Covid-19 ha generado consecuencias muy negativas entre la población mayor. Además de haber sido la más castigada por la infección para ellos, el largo periodo de confinamiento les ha generado un cambio brusco en sus rutinas. «No han podido salir de casa, y los que viven en residencias, no han podido salir ni recibir visitas, y se han visto confinados más horas de lo normal en sus habitaciones. Han dejado de caminar, y esto les ha generado una mayor pérdida a la que ya de por sí genera el envejecimiento en la masa muscular, perdiendo fuerzas y capacidad funcional», ha apuntado Juan Carlos Durán, además de las consecuencias emocionales como el miedo o la ansiedad.