EEUU ha advertido a España de que, si no se veta el 5G de Huawei, los servicios de inteligencia se verán comprometidos

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Trump ha roto con casi todas las convenciones de la política interior y exterior que su país ha mantenido desde la II Guerra Mundial y ahora parece haberle tocado a este capítulo. EEUU ha advertido a España de que si no se veta el 5G de Huawei, esa colaboración estará en peligro.

A finales de la década de los noventa y principios de la década de 2000, la NSA estadounidense enviaba a la policía española los ‘metadatos’ que recolectaba sobre los etarras que estaban en el sur de Francia.

‘Metadatos’ son solo la información básica de una conversación telefónica. Es decir, el número desde el que se ha efectuado la llamada, el número que la ha recibido, y la duración de ésta. No incluye las conversaciones. Tampoco era necesario. A la policía española le bastaba con saber quién estaba llamado y desde dónde y a quién lo estaba haciendo. El resto era asunto suyo.

El papel de la NSA estadounidense en la lucha contra ETA es un exponente de las capacidades técnicas del espionaje electrónico estadounidense. Pero también del hecho de que los datos valen de muy poco cuando no hay voluntad política para compartirlos. En un momento en el que Francia todavía detenía según cómo y cuándo a los asesinos de la banda, la información estadounidense era sistemática y constante.

Hasta ahora, el flujo de información de Estados Unidos a sus aliados europeos ha sido constante, y ha sido invulnerable a las diferencias políticas a ambos lados del Atlántico. Cuando en 2003 Francia y Alemania no apoyaron la invasión estadounidense de Irak, muchos temieron que la colaboración entre las agencias de espionaje fuera una víctima de la crisis. No solo no fue así, sino que se intensificó. Lo mismo sucedió en 2004 cuando, tras los atentados del 11-M, España retiró sus fuerzas de Irak. De hecho, la colaboración entre las fuerzas de seguridad españolas y las estadounidenses se intensificó para hacer frente al enemigo común islamista.

El enfrentamiento político nunca afectó a las relaciones de inteligencia. El Ex-Juez de izquierdas Baltasar Garzón no tuvo problemas en enviar a policías al campo de prisioneros estadounidenses de Guantánamo, en el que EEUU torturaba y mantenía sin juzgar a cientos de presos, muchos de ellos de Al Qaeda, pero, también, campesinos afganos que habían sido vendidos por cazarrecompensas a los estadounidenses como si fueran terroristas.

Los testimonios de un alto cargo de Al Qaeda, Abu Zaubaidah, detenido en Pakistán en 2002 y enviado a Guantánamo, fueron instrumentales en la condena a 7 años de cárcel del periodista de la cadena de televisión qatarí al-Jazeera Taysir Alouni, en 2005, en un caso instruido por Garzón. En diciembre, el diario New York Times publicó una noticia en su primera página titulada ‘Cómo viven los torturados el programa de torturas de la CIA’, en el que se describía, con todo lujo de detalles, las brutalidades a las que fue sometido Abu Zubaidah. La sentencia de Alouni fue declarada ilegal en 2012 por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que solo reconoció en su veredicto uno de los siete testimonios contra el periodista. Alouni fue liberado y vive ahora en Qatar.

No eran solo los jueces o las fuerzas de seguridad. Eran las autoridades políticas al más alto nivel. La cooperación en materia de inteligencia entre EEUU y sus aliados europeos era política de Estado a ambos lados del océano. En 2009, un alto cargo del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero declaró en Washington que «en Guantánamo hay 700 hijos de puta de los que el mundo ha hecho muy bien en librarse».

Hasta ahora. Donald Trump ha roto con prácticamente todas las convenciones de la política interior y exterior que su país ha mantenido desde la Segunda Guerra Mundial. Y ahora parece haberle tocado el turno a este capítulo. La cuestión es qué puede pasar ahora.

EEUU recolecta información acerca de gran parte de las llamadas telefónicas y de los emails que se cruzan en el mundo. en la inmensa mayoría de los casos, no procesa esos datos, sino que los archiva, sobre todo en el Centro de Datos de Utah (UDC, por sus siglas en inglés), un complejo de depósitos en el desierto de ese estado cuya superficie equivale a 280 campos de fútbol. Cuando las agencias de espionaje o seguridad de EEUU necesitan examinar los datos de algún sospechoso, recurren al UDC. Los países aliados también solicitan el examen de esos datos a Washington para llevar a cabo investigaciones.

Washington lo controla todo. Y no le faltan motivos. Por ejemplo, la NSA lee los emails mientras usted los está escribiendo. Eso suena terrible. Pero los terroristas del 11-S se comunicaban compartiendo una cuenta de email. El sistema es simple. Dos personas tienen un mismo correo. Uno entra desde su ordenador y escribe un borrador. Después, otro lo hace desde otra computadora – a veces, en otro continente -, lee el borrador y añade lo que tenga que decir. Todavía en 2008 los terroristas de la red fundada por Osama bin Laden empleaban ese método. No sabían que la NSA la CIA y el FNI habían encontrado la forma de leer emails mientras éstos son escritos.

Los sistemas de chat encriptados, como el estadounidense WhatsApp, propiedad de Facebook, y el ruso Telegram, han sido recientemente ‘penetrados’ por estas agencias que, sin embargo, no son capaces de entrar en los iPhones de Apple. Pero EEUU también supervisa foros de internet, que frecuentemente son uno de los lugares más propicios para la radicalización de los musulmanes. Incluso páginas web convencionales juegan un papel clave.

YouTube, propiedad de Alphabet, la empresa dueña de Google, fue la vía por la que el ideológico de Al Qaeda en la Península Arábiga, el estadounidense Anwar Al-Awlaki, extendió su mensaje de odio en todo el mundo, en buena medida gracias a su dominio del inglés. Al-Awlaki fue asesinado por EEUU en Yemen en septiembre de 2011.

ESPIONAJE ELECTRÓNICO

El menú de opciones del Gobierno de Donald Trump para llevar a cabo represalias contra España u otros países europeos es ilimitado. Hay, de hecho, una nación que es mucho más vulnerable que España, y a la que EEUU ha lanzado la misma amenaza por Huawei y ZTE que al Gobierno de Pedro Sánchez: Gran Bretaña. El sistema de espionaje electrónico de ese país, el GCQH está, en gran medida, integrado con la NSA. Los espías y analistas del GCQH trabajan físicamente con los de la NSA. Si Donald Trump cumple su amenaza, Gran Bretaña tiene mucho que perder.

Pero, en general, todos los países europeos llevarían las de perder. Por un lado, porque gastan muchísimo menos que Estados Unidos en seguridad. Aunque las agencias de espionaje de ese país que más suenan son la CIA y, ahora, la NSA, en total EEUU tiene 17 servicios de inteligencia. El mayor de todos, la CIA, tiene un presupuesto anual de 40.000 millones de dólares (37.100 millones de euros). Eso es tanto como todo el presupuesto de Defensa de España.

El segundo elemento se llama Estado Islámico. Europa, por su proximidad geográfica a Oriente Medio y por la política de Rusia y Turquía de ‘crear’ refugiados en Siria y Libia y enviarlos a la UE, es mucho más vulnerable a las acciones de los radicales islámicos que EEUU. No es geopolítica sino, simplemente, geografía. A fin de cuentas, Europa es una península de Asia. Estados Unidos es, a efectos prácticos, una isla separada del resto del mundo por los dos mayores océanos de la Tierra.

La colaboración entre EEUU y Europa contra el Estado Islámico ha provocado la creación de un nuevo operativo, la Operación Gallant Phoenix. Establecida por el Gobierno de Obama en 2015, con base en Jordania. Fundamentalmente, Gallant Phoenix es un sistema que se encarga de llevar a cabo asesinatos selectivos de terroristas del Estado Islámico en función de información recolectada en Europa. Aunque la aviación militar y las unidades especiales de Francia y Gran Bretaña han llevado a cabo operaciones de se tipo, la inmensa mayoría de las operaciones sobre el terreo son realizadas por drones y aviones tripulados y por fuerzas especiales de EEUU.

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