Poner un número es sencillo. El Fondo Monetario Internacional, en un análisis titulado Retos más allá de la sostenibilidad financiera, concluye que se necesitan 5,5 millones de inmigrantes de aquí a 2050, una cantidad equivalente al 12% de la población actual.
Ahora bien, no es suficiente. El FMI, de hecho, establece una segunda condición para poder mantener la sostenibilidad de las pensiones: aumentar la tasa de empleo hasta el 79%, desde el 60% actual. No es tarea sencilla: implica crear millones de empleos, así como aumentar la edad efectiva de jubilación desde los 62,7 años actuales hasta acercarla a la edad legal de jubilación, que será de 67 años en 2027.
Aumentar la edad efectiva de jubilación es factible debido a que el envejecimiento de la población empieza a dejar a las empresas sin personal mínimamente cualificado. La experiencia de Alemania, hoy mucho más envejecida que España, enseña que, cuando faltan trabajadores cualificados, las compañías hacen todo lo necesario para conservar a los que tienen. Incluso, les invitan a mantener la vinculación laboral con la empresa a través de sistemas de jubilación activa, como el programa “Space cowboys” -el mismo título de la película de Clint Eastwood en que se inspira- que puso en marcha Daimler en 2012.
La experiencia de Alemania
Otras grandes empresas germanas, como el conglomerado tecnológico Bosch, pionero en la incorporación de los senior; Otto Group, la mayor empresa del mundo de venta por catálogo y una de las mayores en comercio electrónico; Fraport, el operador del aeropuerto de Frankfurt, o Trumpf, el fabricante de cortadoras láser, por poner algunos ejemplos, cuentan con programas similares.
Ahora bien, la mano de obra cualificada será escasa siempre y cuando los trabajadores no sean reemplazados por sistemas de inteligencia artificial. Este es el problema, puesto que el 52% de los empleos que hay actualmente en España podría desaparecer en los próximos años a causa de la automatización, según estima la OCDE en su informe How’s Life in the Digital Age? Opportunities and Risks of the Digital Transformation for People’s Well-being. Esto afecta al número de inmigrantes necesarios y a sus posibilidades de empleabilidad. Además, plantea la cuestión de si los sistemas de inteligencia artificial deberían pagar impuestos y cotizaciones sociales para poder mantener el estado del bienestar.
Inmigración y tecnología
Por supuesto, el cambio tecnológico también implica la aparición de nuevos empleos, pero el desempeño de esos nuevos trabajos exige nuevas y más sofisticadas cualificaciones. La pregunta es cuántos inmigrantes contarían con ellas, dado que los trabajos llamados a desaparecer, de entrada, son los que implican tareas sencillas, rutinarias o repetitivas. Las habilidades de los inmigrantes y sus ocupaciones son cruciales para comprender su impacto económico y laboral, como señalan Ethan Lewis y Giovanni Peri en su trabajo Immigration and the economy of cities and regions.
Otra de las enseñanzas que hay que tener en cuenta procede de Japón. Allí, todos los años 100.000 personas tienen que abandonar el mercado de trabajo para dedicarse a atender a los mayores. Japón trata de paliar este problema mediante la concentración de las personas de edad en centros de día y, sobre todo, mediante la robotización de las tareas de los cuidadores.
Esas tareas, en España, podría desempeñarlas un inmigrante, ya que las cualificaciones requeridas son fáciles de adquirir. La atención a los mayores, por tanto, puede ser un nicho de empleo para los inmigrantes menos cualificados, a los que, probablemente, habría que proporcionarles aquí la formación precisa.
Atender a los mayores
La inmigración se convierte, de esta manera, en un elemento de conciliación de la vida laboral y familiar y estimula la permanencia de las mujeres en el mercado de trabajo, ya que, a menudo, se ven obligadas a abandonarlo para atender a los mayores, como pone de manifiesto el estudio Immigration, Family Responsibilities and the Labor Supply of Skilled Native Women, de Lidia Farré, Libertad González y Francesc Ortega. Esa permanencia es una cuestión de igualdad y de mejora de la financiación de la Seguridad Social.
Por último, hay que plantearse si esos números que ofrece el FMI son aceptables para los ciudadanos. Porque la visión positiva de la inmigración que tenían los españoles pasó del 58,7% en 2007 al 46% en 2015, tal y como señala el informe La evolución del racismo, la xenofobia y otras formas de intolerancia, elaborado por el Ministerio de Empleo. Y, lo que es peor, la mayor parte de los encuestados opinaba también que, al aceptar sueldos más bajos, los inmigrantes presionan los salarios a la baja.
Por supuesto, estas opiniones dependen de la coyuntura económica del momento. Pero en un mundo como el actual, donde el cambio tecnológico está provocando la polarización de las rentas, es algo que hay que tener también en cuenta a la hora de diseñar las estrategias necesarias respecto a la inmigración, incluyendo las de integración.
En resumen, España necesitará inmigrantes para mantener el sistema de pensiones. Su número final, empero, dependerá del impacto del cambio tecnológico sobre el empleo y de las cualificaciones que posean, o que se les pueda proporcionar en España.