La segunda jornada del debate de investidura comenzó este domingo en el Congreso con una enorme bronca en mitad de la intervención de la portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurua. Las bancadas de PP, Vox y Ciudadanos prorrumpieron en gritos e insultos desde el inicio del discurso de la parlamentaria, y las críticas de Aizpurua al rey y la Constitución provocaron que el nivel de ruido fuera tal que la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, tuvo que intervenir en varias ocasiones para defender la «libertad de expresión».
En su primera intervención, la portavoz de EH Bildu acusó al rey de haber hecho, en su discurso del 3 de octubre de 2017, una intervención basada en el autoritarismo, y sostuvo que «apeló a conformar un bloque capaz de ahondar en la contrarreforma autoritaria». Eso desató las iras de una derecha que, desde el inicio de la intervención de Aizpurua, había proferido gritos -entre otros, de «asesinos»- y que, a partir de ese momento, coreó consignas de «fuera», entre otras. Los ánimos volvieron a encenderse cuando Aizpurua mencionó al líder de EH Bildu, Arnaldo Otegi, y los diputados de Vox, en una de las interrupciones, dieron tres «vivas» a España.
Batet tuvo que pedir en varias ocasiones silencio e interrumpió el pleno tres veces. En la última, y tras las denuncias de Pablo Casado (PP) y Edmundo Val (Ciudadanos) por la supuesta falta de decoro y respeto a las instituciones y al rey de Aizpurua, la presidenta del Congreso recordó la primacía de la «libertad de expresión» en el hemiciclo. «Hubo otra época en la que no se permitía la critica» al Gobierno o al rey, pero «esas épocas han terminado», dejó claro Batet, que señaló que «hoy disfrutamos de una democracia plena» y que, «precisamente para garantizar esa democracia plena, tenemos que garantizar la libertad de expresión» en el Congreso.
EH Bildu no será un «obstáculo»
Más allá del cruce de acusaciones, reproches e insultos, EH Bildu confirmó su abstención a la investidura de Pedro Sánchez pero le advirtió de que su apoyo se verá condicionado a que no trate de dar «una nueva capa de barniz a un viejo régimen» que, a su juicio, está en «crisis». Aizpurua centró su intervención en la crisis territorial, e insistió en las reivindicaciones clásicas de EH Bildu: el derecho de autodeterminación para «las viejas naciones sin estado» y el fin de la «dispersión» de los presos de ETA, que la portavoz tachó de «injusticia» y «anacronismo».
No obstante, Aizpurua agradeció el «cambio de actitud» que, dijo, ha experimentado Sánchez «tanto en el contenido como en las formas». «Ayer escuchamos de su boca que no hay solo una forma de sentir, que los sentimientos no se imponen. Repitió la palabra respeto. Habló de dejar atrás la deriva judicial y la naturaleza política de los conflictos territoriales. Y subrayó que la ley por sí sola no es suficiente para solucionar estos conflictos. Compartimos gran parte de estas reflexiones», planteó.
De igual forma, la portavoz abertzale aseguró que su formación no será un «obstáculo» para que Sánchez ponga en marcha algunas de sus propuestas sociales durante la legislatura. «No cerraremos esta ventana, seremos pacientes, pero al mismo tiempo exigentes», señaló Aizpurua, que advirtió de que «o se aborda una agenda democratizadora real o no tendrán nuestro apoyo».
«Esperamos que sean conscientes de la dimensión y la tarea histórica que le aguarda», finalizó la parlamentaria, que sostuvo que EH Bildu estará «del lado» del futuro Gobierno «si quieren democratizar el Estado, respetar la plurinacionalidad» y el «derecho de autodeterminación» y redistribuir «la riqueza». «Pero si quieren un lavado al régimen del 78, nos tendrán enfrente», zanjó.
Sánchez: «Vamos a ser el valladar» contra la recentralización
En su respuesta, con tono conciliador, Sánchez defendió la vigencia del Estado de las autonomías, del que dijo que ha sido un «magnífico instrumento» para «homologar a la democracia española». Pero admitió que «hay elementos del estado autonómico que se han desgastado y tienen que ser actualizados». «Lo llevamos diciendo más de 15 años», recordó, y prometió ser «el valladar contra un Estado centralista» que históricamente «no ha traído más que deterioro de las regiones más pobres del país».
Eso sí: esa actualización no comporta en caso alguno el derecho a la autodeterminación. «Si el Estado tiene que reconocer su diversidad territorial, las personas que identifican Euskadi como una nación tendrán que reconocer que esas sociedades son plurales, no uniformes» y que la mayoría de vascos se sienten también españoles, planteó Sánchez a Aizpurua, a quien dijo que «no se puede distinguir entre buenos y malos vascos».
Por ello, Sánchez rechazó que su acción de Gobierno en lo relativo al País Vasco vaya a girar exclusivamente en torno a la cuestión territorial. «Si nos quedamos solo en el debate del derecho a decidir de la ciudadanía vasca lo entenderemos como un fracaso, porque entendemos que hay cosas mucho más importantes para abordar», dijo.