La Tierra podría enfrentar un riesgo elevado de impactos cósmicos en la próxima década, según un estudio reciente que analiza la lluvia de meteoros Tauridas. Conocidas como las «bolas de fuego de Halloween», estas partículas luminosas que iluminan el cielo cada otoño podrían ser el preludio de fragmentos mayores capaces de causar eventos catastróficos similares a los de Chelyabinsk en 2013 o Tunguska en 1908. El trabajo, liderado por el profesor Mark Boslough de la Universidad de Nuevo México (UNM), destaca años específicos de preocupación: 2032 y 2036.
Publicada en Acta Astronautica como parte de las actas de la Conferencia de Defensa Planetaria en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, la investigación titulada «2032 and 2036 risk enhancement from NEOs in the Taurid stream: Is there a significant coherent component to impact risk?» explora la posibilidad de un «enjambre resonante Taurida» (TRS, por sus siglas en inglés). Este hipotético grupo concentrado de objetos cercanos a la Tierra (NEO, por sus siglas en inglés) podría pasar cerca del planeta en esas fechas, elevando la probabilidad de airbursts —explosiones en la atmósfera— o impactos en superficie.
Origen en el cometa Encke y el «enjambre» invisible
Las Tauridas se producen por los residuos dejados por el cometa 2P/Encke en su órbita alrededor del Sol, cada tres años aproximadamente. La Tierra cruza este rastro dos veces al año: en junio (Beta Tauridas, invisibles de día salvo bolas de fuego excepcionales) y de finales de octubre a principios de noviembre (Tauridas propiamente dichas), con radiantes en la constelación de Tauro. Durante este período, partículas minúsculas entran en la atmósfera, generando destellos luminosos. Sin embargo, el estudio sugiere que enjambres de debris mayor —influenciados por la gravedad de Júpiter— podrían agruparse y acercarse peligrosamente.
«El enjambre resonante es teórico, pero hay evidencia de un enjambre disperso de objetos pequeños, ya que se han observado bolas de fuego brillantes y firmas sísmicas de impactos en la Luna en momentos predichos por la teoría», explica Boslough. Para 2036, la aproximación desde una dirección oculta por el Sol complica la observación directa, salvo si los objetos son extremadamente brillantes.
Un riesgo bajo, pero que exige vigilancia
Aunque la probabilidad de un impacto significativo sigue siendo baja, el paso de este enjambre podría multiplicar el peligro de NEOs del tamaño de Chelyabinsk (20 metros, explosión equivalente a 500 kilotones de TNT) o Tunguska (50-60 metros, devastación forestal masiva). Los investigadores enfatizan la necesidad de monitoreo telescópico: si se detectan a tiempo, se podrían implementar medidas de mitigación, como desviaciones orbitales.
Este año, las Tauridas ya se observan con intensidad variable —unas 5 meteoros por hora en condiciones ideales—. Boslough recomienda mirar después de las 2 a.m. en Halloween, cuando la Luna está bajo el horizonte, o tras la Luna llena del 5 de noviembre, antes del amanecer. Mientras tanto, agencias como la NASA y la ESA intensifican esfuerzos en defensa planetaria para contrarrestar no solo amenazas reales, sino también la desinformación que oscurece estos riesgos.
En un contexto donde el cometa 3I/ATLAS genera especulaciones sobre orígenes tecnológicos —con ocho argumentos de un experto de Harvard que lo catalogan como posible artefacto extraterrestre—, este estudio recuerda que las verdaderas alertas vienen de fenómenos naturales bien estudiados. La década venidera exige preparación: el cosmos, aunque hermoso, no avisa con antelación.






