¡Un acto de sadismo puro que ha paralizado el corazón de Sevilla y encendido la rabia de un pueblo entero! En las calles tranquilas de Benacazón, dos menores han sido señalados como los verdugos de David, el hombre sin hogar conocido como «El Peluca», a quien humillaron, amenazaron y casi incineraron vivo en un vídeo que se viralizó como un virus letal. Fingiendo ser policías, lo acorralaron con insultos que cortaban como cuchillos, le pusieron el pie en el cuello y, en un clímax de horror, intentaron prenderle fuego al pelo mientras la cámara grababa cada segundo de agonía. «Yo no perdono a nadie que me pone el pie en el cuello. Ellos saben muy bien lo que estaban haciendo», tronó David en una exclusiva que rompe el alma, revelando un asalto premeditado, con alevosía y nocturnidad que huele a crimen deliberado. ¡Uno de los agresores ya está entre rejas, la investigación devora pistas y la comunidad clama justicia por un hombre que, pese a días de hambre y enfermedad, se mantiene de pie como un titán herido!
El calvario de David, un alma nómada de Zaragoza que ha vagado por Portugal y España con la dignidad de quien sobrevive a dentelladas, estalló en la quietud de Benacazón como un trueno en cielo despejado. «He pasado días enfermo y sin comer», confesó con la voz quebrada por el peso de la supervivencia, pero su espíritu indomable brilla en cada palabra: «Manejo lo mío, aunque la ayuda me llega». Los menores, en un arrebato de maldad que desafía la inocencia de la juventud, se acercaron disfrazados de autoridad –»¡Te vamos a detener!»–, degradándolo con vejaciones que lo redujeron a un objeto de burla. El pie en el cuello fue solo el prólogo: el fuego en el pelo, el clímax que congela la sangre, grabado en un vídeo que se esparció como pólvora en redes, amplificando el terror y la humillación. «Actuaron con meditación, alevosía y nocturnidad», rememoró David, pintando un asalto calculado que no fue un impulso fugaz, sino un plan sádico para romper a un hombre que ya lo ha perdido todo.
La respuesta de la justicia ha sido un rayo de esperanza en la tormenta: uno de los menores ya duerme entre rejas, detenido por la Policía Nacional en una redada que no da tregua, mientras la investigación devora testimonios y pistas como un lobo hambriento. La comunidad de Benacazón, ese rincón pacífico donde David era «un alma tranquila», se ha unido en un rugido colectivo: vecinos que lo conocen como un pacífico superviviente condenan el acto con unánime furia, ofreciendo manos que antes eran indiferentes. «Es un crimen contra la humanidad básica», claman voces locales, exigiendo que el segundo agresor pague con la misma moneda de la ley. La Policía, con la UFAM al frente, promete no bajar la guardia, pero el eco del vídeo –que circula como un fantasma digital– exige más que detenciones: educación contra la crueldad que se esconde en smartphones y noches oscuras.
Este no es un incidente aislado; es el pulso de una sociedad que debe mirarse al espejo y ver las grietas donde la vulnerabilidad se convierte en blanco fácil. David, con su apodo de «El Peluca» que evoca una vida de máscaras para sobrevivir, nos recuerda que la dignidad no se quema con fuego barato. ¿Cuántos más «El Peluca» acechan en nuestras calles, esperando no un rescate, sino un gesto de humanidad? En Agencia6, el corazón late con furia por este guerrero herido: ¡justicia ya, y un abrazo para David que caliente su invierno!
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