¡El Consejo de Ministros acelera como un rayo para tapar la grieta en la cima de la justicia! Apenas 24 horas después de que Álvaro García Ortiz, el fiscal general caído en desgracia por su condena a dos años de inhabilitación en el Supremo, presentara su renuncia irrevocable, Pedro Sánchez ha desenvainado su as en la manga: Teresa Peramato, una fiscal de hierro con tres décadas de batallas en los tribunales, toma el relevo como propuesta oficial para liderar la Fiscalía General del Estado. Con un currículum que brilla en la lucha incansable contra la violencia de género y una trayectoria que huele a independencia ganada a pulso, Peramato no es solo un parche: es un terremoto que podría redefinir cómo se persigue la justicia en España. ¿Llegará su nombramiento para calmar las aguas turbulentas del caso Koldo y las sombras políticas, o avivará más fuegos en un Ejecutivo bajo asedio? ¡El pulso nacional late con la fuerza de quien sabe que el timón de la ley no puede tambalearse!
El anuncio, destilado en la rueda de prensa post-Consejo de Ministros, pinta a Peramato como la candidata ideal para un cargo que exige nervio de acero y pulso firme. Fiscal de carrera desde 1990 –tras dos años como abogada que la forjaron en el fragor de los casos reales–, ha escalado peldaños en fiscalías de Santa Cruz de Tenerife, Valladolid, Barcelona y Madrid, hasta coronarse como fiscal de Sala del Tribunal Supremo y jefa de la Sección Penal de la Fiscalía del Alto Tribunal. Pero su estrella polar es la defensa de las víctimas: delegada para la Protección y Tutela en el Proceso Penal, y desde 2021, fiscal de Sala contra la Violencia sobre la Mujer –un rol que asumió tras años (2010-2018) en la especialización judicial contra el género, donde su «extraordinario trabajo» ha sido «unánimemente valorado y reconocido», según el Ministerio de Justicia. Entre 2018 y 2021, navegó las aguas del Tribunal Constitucional como fiscal en recursos penales y civiles, demostrando un dominio que la posiciona como letal en los laberintos legales. Letrada de la Administración de Justicia en excedencia, Peramato encarna la experiencia cruda: no es una figura de salón, sino una guerrera que ha blindado a miles de víctimas en los pasillos más oscuros de la justicia.
Este relevo exprés no nace en el vacío; es la respuesta quirúrgica a la debacle de García Ortiz, inhabilitado por revelación de secretos en un fallo que ha sacudido los pilares del Ministerio Público. Sánchez, con el reloj en contra y el eco de querellas como la de Vox resonando, no ha perdido tiempo: la propuesta se formaliza hoy mismo, pendiente del visto bueno del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y la jura ante el Rey, un trámite que podría cerrarse en días si no hay torpedos políticos. El Ejecutivo lo vende como un acierto: «Amplia trayectoria en la defensa de los derechos fundamentales», claman desde Justicia, apostando por una fiscal que ha hecho de la igualdad un arma afilada. Pero el contexto hierve: con el Supremo oliendo a pólvora por el caso Koldo –donde Ábalos acecha prisión y Cerdán se tambalea–, Peramato hereda un avispero donde la independencia no es un lujo, sino una obligación de vida o muerte.
Las reacciones políticas, aunque aún tibias en las primeras horas, prometen un vendaval. El PP, con su instinto de sabuesos, ya huele debilidad: «Otro peón del sanchismo para tapar las cloacas», susurran portavoces, recordando cómo García Ortiz fue visto como un títere del Gobierno. Vox, fresca de su querella contra Sánchez por falso testimonio, podría ver en Peramato un flanco para atacar: «¿Independiente o leal al Ejecutivo que la nombra?», ironizan en círculos ultraderechistas. Sumar y Podemos, aliados clave, aplauden el perfil: «Una voz fuerte contra la violencia machista al frente de la Fiscalía; es un paso valiente», celebra Yolanda Díaz en redes, mientras asociaciones feministas como la Federación de Mujeres Progresistas la coronan como «la fiscal que España necesita». El CGPJ, en su limbo de bloqueo, será el juez definitivo: si avala, Peramato jurará en una ceremonia que podría restaurar algo de fe en un sistema herido; si frena, el caos se desatará.
Esta no es solo una sustitución; es un pulso por el alma de la justicia española en tiempos de crisis. Peramato, con su expertise en víctimas y género, podría ser el bálsamo que impulse reformas pendientes –desde la tutela procesal hasta la persecución de tramas corruptas–, pero también el escudo que Sánchez necesita para capear tormentas como Koldo o las querellas volantes. ¿Resistirá el escrutinio político, o se convertirá en el nuevo epicentro de la batalla? En Agencia6, el corazón late con la urgencia de quien sabe que una fiscal general no es un cargo: es el guardián de la balanza. ¡Sigue el nombramiento al minuto en nuestras redes – porque cuando la justicia elige, el país entero respira!
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